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Nunca nos dejaron controlar

Nunca nos dejaron controlar

viernes 06 de enero de 2012, 11:26h
El "Querdo Líder" de Corea del Norte Kira Jong-il, de 69 años, murió de un infarto masivo en la mañana del pasado 17 de diciembre. El oscurantista régimen que presidia tardó cincuenta horas en dar la noticia. Raúl Castro decretó tres días de duelo nacional en Cuba. El 28 de diciembre fue el sepelio, donde se pudo apreciar a multitudes de ciudadanos bajo un clima invernal, desconsolados, fuera de sí y prorrumpiendo en llantos verdaderamente desgarradores. Occidente se quedó perplejo y en España se rieron. El nuevo tirano, que no ha hecho el servicio militar, ha recibido el beneplácito de la cúpula castrense. Kim Jong-un, el "Brillante Camarada" es el tercer hijo del fallecido. El mayor cayó en desgracia tras ser descubierto tratando de entrar en Japón con un pasaporte falso para ir a Disneylandia, mientras que el segundo "era muy afeminado" en opinión de su padre. Como se ve una monarquía comunista, con socialismo real.

Aquí podían haberse guardado las risas. Cuando Franco murió, la noticia la dio el presidente del Gobierno Arias Navarro llorando por televisión. Había muerto el Caudillo. A su funeral solo acudió Augusto Pinochet y las largas colas que se formaron para pasar ante el féretro en el Palacio Real las formaban gentes llorosas y muchos de ellos, ante el muerto, hacían al saludo fascista. A los dos días, y porque así lo había decidido el dictador Juan Carlos de Borbón vestido de militar y ante unos procuradores elegidos a dedo juró los Principios Fundamentales del Movimiento y el entonces presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez de Valcarce gritó aquello de: "Señores procuradores. Desde la emoción en el recuerdo a Franco. ¡Viva el Rey!". Franco a todo esto había sido enterrado en el Valle de los Caídos y ahí sigue por la inmensa cobardía de Rodríguez Zapatero y Ramón Jáuregui que dijeron que había que construir un consenso para sacarlo de ahí y mientras el retrato de Esteban Bilbao, Antonio Iturmendi y Rodríguez de Valcarce, adornan los pasillos del Congreso, como si nada hubiera ocurrido.

Como se ve todo muy edificante y muy parecido a lo ocurrido en Corea del Norte. En Alemania y en Italia el nazismo y el fascismo fueron derrotados. En España sin embargo, el franquismo no lo fue. La dictadura franquista fue adaptándose a una nueva realidad resultado de una presión interna y externa. No hubo ruptura sino una reforma mal hecha a pesar de que aquella transición se tilde de modélica por el discurso español políticamente correcto. La derecha sigue sin condenar aquel régimen franquista, y cada vez más se impone el criterio equidistante en la responsabilidad de aquella sublevación militar argumentando que en ambos bandos se cometieron barbaridades.

El caso es que la herencia visible de aquel régimen corrupto es la actual Jefatura del Estado, metida de matute en la Constitución de 1978, sin referéndum y aplaudida por la derecha, el partido socialista y los medios de comunicación sitos en la Villa y Corte. "Esta monarquía no resiste un editorial de El País" se jactaba Juan Luis Cebrián en sus años de director del medio. Y era verdad. Sin el cerco de la censura, sin la obligación de hablar bien a todas horas de "la Institución más valorada", sin el camelo ese de ser "la Monarquía más barata del mundo", sin la impunidad y la inmunidad que ha gozado Juan Carlos I, no se entienden las andanzas del yernísimo que además ni las disimulaba ya que era un miembro de la Casa Real y por tanto, las prebendas del suegro se ampliaban a las hijas y a los yernos. Así de evidente es para mí todo este tinglado ante el que algunos se llevan las manos a la cabeza.

El pasado 27 de diciembre tuvo lugar en el Congreso la apertura oficial de la X legislatura. No fui. Hablaron el presidente del Congreso y el rey. Este recibió según los periodistas de Corte "el aplauso más largo de la democracia". Como en Corea del Norte. Diputados y senadores del PP y del PSOE se despellejaron las manos aplaudiendo a quien durante 33 años no ha rendido cuentas de nada y nos ha impedido a diputados y senadores nacionalistas y de izquierda ejercer la labor de control que la propia Constitución asigna a las dos Cámaras. Y es que en ese larguísimo aplauso coreano, se resumía bien las carencias de una reforma política hecha de concesiones a una dictadura que como bien dijo el Generalísimo había dejado todo atado y bien atado y que para colmo llamaba al nuevo timonel, "el Motor del Cambio". Como en Corea.

Cuando a mi me encargaron escribir un libro sobre lo que había visto en aquel patio de Monipodio y que fue prohibido por la Casa Real, lo titulé "Una monarquía protegida por la censura" porque estaba harto de las loas hacia una institución a la que no se le podía controlar en nada y era obligatorio el besamanos y la genuflexión. El rey, el ejército, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad por éste orden era las Instituciones preferidas por los españoles siendo los políticos democráticos los más aborrecidos. Normal. Hay barra libre. Hoy, a falta de una encuesta bien hecha por el CIS, con preguntas profesionales y no inducidas, la monarquía ha caído al cuarto lugar y el sentimiento republicano ronda ya el 50% en los jóvenes. Urdangarin ha hecho más por la República que todos los Foros republícanos que hay en la piel de toro.

Participando en una reunión de las llamadas Mesas conjuntas, el letrado Mayor nos informó de, entre otras partidas, sobre una que se ocupaba de editar los discursos del rey. "¿Que hacen las Cortes editando discursos que no son propios?" pregunté. "Siempre se ha hecho así", me contestaron. Y aquello me puso sobre la pista del camelo aquel de "la monarquía más barata". Y fui averiguando lo que hoy ya se sabe. Luz, agua, viajes, seguridad, manutención, ropa, palacios, conservación y lo más chocante: de las 507 personas que trabajan en la Casa del Rey solo 17 están en su nómina. Unos 350 empleados lo pagan directamente varios ministerios, con incentivos y 130 sin incentivos. Y tampoco esto nos lo dejan controlar. No es verdad pues lo de los 8,4 millones de euros de presupuesto de la Casa. Defensa, Interior, Exteriores, Patrimonio Nacional y otros organismos hacen que la broma nos cueste unos 59 millones al año si se agregan las partidas pagadas por los ministerios. No es pues la monarquía más barata.

Ahora bien. Nada se dice de su patrimonio personal, producto de regalos y comisiones. Javier de la Rosa aseguró en su día, que cien millones de pesetas del agujero KIO habían ido a parar a la Corona y en la intervención de Banesto se descubrieron dos cuentas a nombre del rey, una con un descu¬bierto de 150 millones de pesetas y otra con aportaciones para la ampliación del capital del banco. Nunca, se investigó ni esto, ni las andanzas de su amigo Colón de Carvajal que andaba por La Zarzuela como Pedro por su casa y murió estando procesado. ¿Y qué decir del sueldo del rey cuya única obligación es saludar, visitar, leer discursos infumables, ser "ejemplar" y que gane cinco veces más que el presidente de un gobierno democrático que tiene que tomar importantes decisiones?.

No tengo tiempo para comentar su ''ejemplaridad" democrática en el 23-F, pero si decir que la mayoría de los negocios de Urdangarin los hizo bajo administración del PP. Dos administraciones autonómicas fueron cooperadores necesarios en la ejecución de los delitos, caso de que se pruebe su perpetración. ¿Alguien se imagina algo así en Euzkadi?.

Ante semejante cúmulo de pruebas, veremos como actuará la justicia y si resistirá las presiones que va a recibir para que la Infanta Cristina no sea tocada ni con el pétalo de una rosa. Ni si Carlos Divar, presidente del Supremo se inhibirá y dejará actuar a una justicia "igual para todos". De no hacerlo, el escándalo sería tan mayúsculo como el del caso Picasso que se llevó por delante a Alfonso XIII.

Volvamos al aplauso de las Cortes. La Gaceta lo interpretaba así: "Este apoyo lo recibe además la Corona en un momento clave, cuando las tensiones separatistas amenazan con agudizarse al hilo de la crisis y el papel de la institución resulta insustituible como garante de la estabilidad política".

Y todo esto por nada. Como decía Groucho Marx: "Hijo mío. La felicidad está hecha de pequeñas cosas. Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna". Y eso que no había conocido a los Borbones y sus familiares. La historia continúa.
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