Comienzan los juicios contra Jaume Matas

Este lunes da comienzo el juicio contra el ex presidente balear Jaume Matas, acusado de numerosísimos fraudes y abusos del dinero público durante sus mandatos. Ha señalado este domingo el cronista de El País, que ha seguido durante años la peripecia personal y "tramposa" de Matas, la coincidencia de destinos de Jaume Matas con Iñaki Urdangarín.. Ambos debieron pensar que el alejamiento y refugio en Estados Unidos ayudaría al olvido de sus "trampas". Y se equivocaron. Y anota también cómo los caminos de ambos se cruzan: En enero de 2009, Matas se veía obligado a regresar a España imputado en el caso Palma Arena, que ya había causado varias detenciones en las filas del PP balear.

En septiembre de ese mismo año, Urdangarin viajaba hacia Washington con derecho a despacho y sueldo, pagado por Telefónica, ignorando que el destino del billete de vuelta también sería la Audiencia de Palma de Mallorca, donde este lunes comienza la vista del caso Palma Arena, un sumario con 26 piezas separadas, al que deberá acudir Matas. Se calcula que la vista durará un mes y coincidirá durante unos días con los últimos coletazos del juicio a Francisco Camps en Valencia, otro barón autonómico del PP en el banquillo, y con el juicio contra Urdangarín por presuntos delitos cometidos como presidente de Noos. La de Urdangarin, llamada operación Babel, es una pieza separada de un sumario que nace para dar respuesta a buena parte de la corrupción que trata de explicar cómo fue posible que una obra presupuestada en 44 millones terminara costando 100, y qué pasó con el dinero que se perdió por el camino. Eso es el caso Palma Arena. Un caso en el que todo gira alrededor de Jaume Matas, expresidente balear, cuyo poder llegó a ser tan absoluto en la isla que poca gente se preguntó por el origen del dinero utilizado para adquirir su fastuoso palacete que serviría como aval de un crédito de tres millones de euros concedido por el Banco de Valencia (intervenido hace unos meses) para pagar la fianza que evitara su ingreso en prisión. Dentro de dos semanas, el 25 de enero, será subastado por no haber pagado intereses y amortizaciones. Pero habrá más juicios, porque, como decimos, el sumario tiene 26 piezas separadas. Matas está imputado por nueve delitos. Decenas de ex altos cargos y exsocios del PP aguardan una complicada cita ante la Justicia. Tres expolíticos insulares de la época de Matas penan ya en prisión.

El lunes, por tanto, se abre el telón con el primer juicio de la serie, dedicado a los contratos y adjudicaciones, supuestamente delictivos, a empresas periodísticas gestionadas por Antonio Alemany, un periodista que, además de escribirle los discursos a Matas, glosaba su gran gestión en artículos en el diario El Mundo. Será un caso menor, con medio millón de euros en juego por una subvención a la Agencia Balear de Noticias, propiedad del periodista; poca cosa para lo que se suscita en el conjunto del sumario. Matas se enfrenta a una petición del fiscal de ocho años de cárcel y Alemany a más de cinco por supuesta malversación, falsedad documental, fraude y tráfico de influencias. Recuerda el minucioso reportaje de El País cómo controlar su imagen fue una obsesión en la carrera de Matas, que situó a sus jefes de prensa en el control de la televisión autonómica IB3 y entregó las frecuencias de radio y la TDT y el negocio de los informativos y los programas a productoras fieles. En seis años, la tele balear ha generado una deuda de 250 millones de euros. Rememora luego el trabajo periodístico que Matas llegó a convertirse, en el año 2000, en una cara amable del segundo Gobierno de Aznar. Junto con Josep Piqué, ministro de Exteriores, tenía la consideración de liberal y centrista. Matas no estaba entre los barones populares con más peso, pero tenía algunos aliados, como Eduardo Zaplana o Pedro J. Ramírez, con quienes compartía partidos de pádel de vez en cuando. Pero de su trayectoria como ministro de Medio Ambiente no hay un gran recuerdo. Le tocó poner en marcha el polémico Plan Hidrológico Nacional, con el trasvase del Ebro de por medio. El plan se aprobó, aunque nunca saliera adelante. El desastre del Prestige y su marea negra arrasaron, a su paso, a Matas, superado por los acontecimientos, relegado a un papel marginal. Llegó a confesar que, durante aquellas semanas, le temblaban las piernas en el consejo de ministros, ante la fría mirada de Aznar.

Posiblemente fue el final de su carrera como ministro. Pero Aznar quiso que volviera a reconquistar las Baleares en 2003. Y lo hizo. Esta vez sin alianzas, por disponer de mayoría absoluta. En esta segunda etapa de presidente "iba de Kennedy, con manos blancas y muchos gestos estudiados", lo describe el periodista de El País, Andreu Manresa. Se rodeó de famosos y trató de convertir a Mallorca en el epicentro de grandes eventos. Quería convertir a la isla en el nuevo Montecarlo, con una diferencia a su favor: tenía más terreno para urbanizar y más costa para explotar. Quería para Mallorca un palacio de la ópera con vistas al Mediterráneo y los mejores eventos deportivos. Y en esa materia podría contar con la colaboración de Iñaki Urdangarin, que ya dio el primer paso: darle el nombre de las islas al equipo ciclista donde en su día compitieron Delgado e Induráin. Matas ejerció el poder con una mezcla de soberbia y amiguismo, tal y como se desprende de los testimonios de personas que padecieron su gestión. Fueron sus años dorados. Nadie contestaba a Matas. Pero todo cambió al estallar, en 2006, el caso Andratx, un ejemplo de lo que es un escándalo por corrupción política ligada al urbanismo salvaje. Entre los implicados estaba Jaume Massot, uno de los directores generales del Gobierno Matas. La respuesta de Matas no fue muy original. Dijo que el PP era "perseguido" e hizo algo que no había hecho nadie hasta entonces: viajar a Madrid y presentarse en la Fiscalía General del Estado a pedir explicaciones por la actuación de los fiscales anticorrupción. El fiscal general, Cándido Conde Pumpido, le recibió, para sorpresa de jueces y colegas, pero nada varió el rumbo de los casos. El juez José Castro, del caso Palma Arena, anotó en el auto que "parecía que venía a burlarse del resto de los mortales". Matas facilitó grandes negocios a sus amigos. Las infraestructuras y otros proyectos megalómanos eran históricos por su impacto y coste: el metro de Palma, las autopistas de Ibiza, la idea de la Ópera de Calatrava en la bahía, el megapalacio de congresos con hotel de Mangado, el macrohospital en Mallorca, un macropuerto en Menorca, el pabellón deportivo Palma Arena, con velódromo impresionante, construido con pino siberiano traído de Ucrania, que se inauguró el 2 de mayo de 2007, con un partido entre Nadal y Federer. Pero ese mismo mes, Matas perdía las elecciones, y un año después comenzaba una investigación a raíz de una denuncia anónima: Maite Areal, su esposa, y Fernando, cuñado de Matas, habían abusado en el uso de billetes de 500 euros comprando joyas y vestidos. En metálico se pagó la larga reforma, la compra de muebles de diseño italiano y los cuadros del palacete. Fernando Areal está encausado también por abonar 71.038 euros en "dinero b" por facturas de la campaña electoral del PP en 2007. El político, su esposa y sus tres hijos no pudieron disfrutar demasiado de esa residencia. Tras abandonar la presidencia de Baleares en 2007, se instalaron en Madrid, en un piso en el barrio de Salamanca, que el juez y el fiscal creen que es suyo, aunque a nombre de un testaferro, y después marcharon a Estados Unidos. Al regreso volvieron al piso de Madrid. Matas sólo acude a Palma por cuestiones judiciales. Después de estas navidades se despedirá de esa lujosa residencia que apenas ha podido disfrutar. Era un despilfarro tanta decoración para una casa sin vida, deshabitada, y representación de lo que ha sido la gestión de aquella sonrisa amable del PP que ha promovido tantas obras inútiles, y costosísimas, en Baleares.

Ahora, tiene por delante un año de banquillo, y probables penas severas por sus responsabilidades en el gasto absurdo de dinero público.