¿En qué querían utilizar los tres etarras detenidos el sábado en Francia el material para fabricar explosivos que les fue incautado, además de las seis tarjetas de identificación de la Guardia Civil que habían robado o falsificado? No parece que los explosivos (resina de cristal, epoxy y circoflex) sean para los fuegos artificiales de las fiestas de su pueblo, ni que las tarjetas de los agentes de la Benemérita las hayan encontrado casualmente y estuviesen dispuestos a devolverlas en el cuartel más cercano. Menudos pájaros los llamados
Jon Echeberría,
Íñigo Marco Santo y
Rubén Rivero Campo. Ellos son la prueba irrefutable del doble lenguaje de la banda terrorista que, al tiempo que anuncia un tramposo alto el fuego, sigue haciendo acopio de armamento ¿serán armas de coleccionista?- o almacenando material explosivo. Las mentiras tienen las patas cortas, si bien estos impresentables ya no engañan a nadie, y buena prueba de ello es que ni las fuerzas de seguridad españolas ni la gendarmería francesa han bajado la guardia ni han escuchado los cantos de sirena de los criminales.
Si se va por el buen camino en la lucha contra ETA no es por la actitud de los asesinos sino porque ya han quedado atrás los tiempos de la ingenuidad, del buenismo y de la negociación. Los desiguales bandos enfrentados (el mayoritario, que es el de los demócratas, y el pequeño pero matón, que es el de los terroristas) están perfectamente definidos, y ya nadie traga gato por liebre. Es cierto que la lucha anti-terrorista no parte de cero, y que en las dos legislaturas de
Zapatero, con algunos titubeos y con errores de bulto, se ha avanzado.
Rajoy sigue en la brecha, y ha nombrado a un ministro del Interior,
Jorge Fernández Díaz, que va al grano, con la ley en la mano, y que no da rodeos. La colaboración francesa está en su momento de madurez, y no entiende de alternancias de poder en La Moncloa sino que actúa contra los mafiosos y en defensa de un objetivo que comparte con España.
Cuando hoy se reúna el presidente
Sarkozy con el presidente Rajoy seguro que tratarán de algo más que de la crisis económica y de los duros golpes de las agencias de calificación. Rajoy agradecerá a Sarkozy su cooperación, tras la primera captura de etarras en territorio francés desde que el nuevo jefe del ejecutivo español tomó posesión de su cargo. También el Rey Don Juan Carlos, cuando le imponga a Sarkozy la máxima condecoración española, que es el Toisón de Oro, le reconocerá su ayuda y su lealtad.
Y, mientras, en el Congreso de los Diputados y en el Senado, los mequetrefes de "Amaiur", atechados generosamente por la democracia, lamentando en voz baja las detenciones. Y hablando de excarcelar a los presos y de crear una "Asociación de víctimas de las fuerzas de Orden Público". Y manipulándolo todo, y riéndose de todos, e intentando engañar a los que se dejan engañar.
Pero, en fin, vayamos a la buena noticia: otros tres etarras ante la Justicia, y la inmensa mayoría de los ciudadanos frontalmente en contra de quienes han asesinado. A lo largo de medio siglo, a casi un millar de españoles. A Sarkozy habría que darle no un Toisón de Oro sino, media docena.
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