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Spanish Shame

Spanish Shame

martes 17 de enero de 2012, 11:06h
Siempre me dejó estupefacto que los latinos pasemos vergüenza por lo que hacen otros. Es raro y poco maduro, pero así somos y suele abochornarnos el comportamiento ajeno. Los anglos lo llaman vergüenza española y, hasta que no lo vi no lo creí: ellos no la padecen. Su sentido del ridículo es mínimo y no consideran los comportamientos ajenos responsabilidad del que los contempla. Su sentido de la empatía es más frío y distante que el nuestro y nosotros, ante situaciones embarazosas, no podemos evitar ponernos en los zapatos del actuante y acabamos asumiendo la vergüenza que él no siente.

Estos días estoy sintiendo vergüenzas ajenas varias. Empecemos por Urdanga. Que es un desfachatado cada vez hay menos dudas y, como bien explicó el expresidente del TC Sr. Jiménez de Parga, la presunción de inocencia no es un bien absoluto y, a tenor de los actos y las informaciones, se va extinguiendo. Lo que me produce Spanish shame aquí no es el chorizo vestido de Armani, sino la cara de cemento armado que se le está poniendo a SAR Cristina.

O la audición de las cintas grotescas del Bigotes con o sobre Francisco Camps, el honorable sin honor. En la [pen]última le llama de todo menos bonito y hasta le mienta la madre porque le pareció "poco" reunirse con el anterior gobernador de Nuevo México Bill Richardson.

 Esta historia es francamente sorprendente y uno llega a la conclusión de que este hombre está pésimamente asesorado y es, además, muy tonto porque habría sido muy simple no pasar por este calvario, claro que él sabrá lo que se hace.

Otra vergüenza: Baltasar Garzón. Le conocí en el 92 y tuve una charla de casi tres horas con él en el secreto de su vehículo en un viaje de León a Madrid. Mucho de lo que hablamos se queda para mí, pero de lo que no tengo duda es de la entrega de este hombre al servicio de la justicia. Que ahora se le siente en el banquillo sin el concurso y presencia de la fiscalía y acusado de una actuación ordinaria y habitual en la instrucción sumarial (Kroker me desmentirá) me revuelve en la silla.

En 1905 Max Weber publicó La ética protestante y espíritu del capitalismo, obra fundamental para entender 107 años después lo que nos está pasando. De su lectura deduzco que la Spanish Shame tiene que ver con lo que a los GIPSI's (Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia, intento acuñarlo en lugar del despreciativo PIG's y haciendo notar que también habla de nuestro comportamiento social) nos diferencia esencialmente de los protestantes: el concepto de perdón (automático) de los pecados que hace que los católicos carguen la atención sobre la confesión mientras que los luteranos et alii lo hacen sobre la conducta.

Nosotros, en un sistema que perdona cualquier falta simplemente pidiéndoselo al cura (del latín cuidar), hemos generado una sociedad que miente, aparenta y holgazanea frente a la reforma de los luteranos que impuso la verdad, la transparencia y el esfuerzo. Eso hace que veamos la paja en el ojo de los otros avergonzándonos por ellos pero no la viga en el propio y practiquemos una gran auto indulgencia con nuestros propios yerros. En el camino cambiamos la humildad por el orgullo, padre del sostenella e no enmendalla que nos caracteriza: Matas, Camps, Urdanga, Ruiz Mateos, Fabra... y sustituimos la verdad interna -lo que cada uno sabemos de nosotros en nuestro fuero interno- por una pátina de apariencia que nos convierte en Dorians Grey de baratillo.

Por supuesto, esta columna no es una defensa a ultranza de los protestantes y una crítica cerval a los católicos; de hecho, creo que los grandes males que hoy padecemos los han generado las sociedades protestantes más que las católicas. Lo que quiero destacar es que mientras nosotros miramos hacia otro lado, los luteranos reconocen sus malos comportamientos, piden perdón (contrición) y se comprometen a no repetirlo (atrición). Nosotros padecemos presidentes que comprometen una actitud y unos principios y a los 10 minutos hacen lo contrario -Fabra, Rajoy, Berlusconi, Hugo Chávez, Mas, Daniel Ortega- y además nos parece normal. Esto nos está pudriendo las entrañas.
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