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Un señor muy respetable

Un señor muy respetable

lunes 30 de enero de 2012, 14:38h
En la novela de Naguib Mahfuz de idéntico título al de este artículo, el protagonista, un esmerado funcionario (probo en terminología burocrática), intenta elegir, cuando sus días se acaban, entre su salud y las obligaciones profesionales. El colofón de la magnífica novela del autor egipcio, de cuyo nacimiento acaban de cumplirse cien años, no deja lugar a dudas, pero recuerda una de los fundamentos del esfuerzo, la dedicación y la entrega que caracterizan a los buenos funcionarios públicos.

La crisis económica que, al menos, desde 2008 nos sacude con particular y profunda virulencia, ha obligado a los Gobiernos a tomar decisiones duras, difíciles y , con frecuencia, impopulares. En general, los responsables políticos han propuesto más impuestos directos o indirectos, restricciones de gastos corrientes, reducción drástica de inversiones, paralización de numerosos proyectos. Entre estas medidas, quizás las más sentida por millones de españoles , dos millones seiscientos mil según el Registro Central de Personal del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, ha sido la reducción de los sueldos de los funcionarios públicos.

La medida ha sido recibida sin crítica por los medios de comunicación e incluso con regocijo para quienes con frecuencia tienen un recuerdo despreciativo para los empleados públicos, con la aquiescencia de la oposición en todos los países en que tal decisión se ha producido. Se considera que si hay apretarse el cinturón, son los funcionarios públicos los primeros que tienen que poner de su parte, olvidando que tal medida es parte importante de las derrotas electorales de todos los gobiernos que hasta ahora han celebrado elecciones (Grecia, Portugal, Italia, España...).

Es también el momento de reflexionar, aunque sea en estas breves líneas, sobre la importancia que tiene en la sociedad democrática un sistema de función pública eficaz y, en palabras, de nuestro autor egipcio,  integrada por señores muy respetables.

Los sistemas profesiones de función Pública, compuestos por los empleados públicos civiles, los miembros de las fuerzas de seguridad, los militares y los jueces, magistrados y fiscales, constituyen la base del Estado y la garantía del cumplimiento eficaz de las leyes y del funcionamiento de las instituciones públicas. Para aquellos que sean más escépticos sobre la bondad del Estado, se recuerda que en este concepto se incluyen las escuelas, los hospitales, las Universidades, las pensiones, las carreteras y los medios esenciales de transporte, así como la seguridad de los ciudadanos.

Uno de los factores del desarrollo básico que incluso forman parte de los elementos determinantes que la OCDE considera imprescindibles, es la existencia de una burocracia profesional capaz de garantizar en funcionamiento de la sociedad. Lo contrario, es la puerta del subdesarrollo y las dictaduras. Este hecho, que en España comenzó a hacerse realidad en los años sesenta del pasado siglo, es hoy objeto de prioridad en los países emergentes de América Latina y Asia y , desde casi doscientos años, en Alemania y Francia.

Para conseguir este sistema, se trata de inculcar en los funcionarios públicos valores como la honestidad, el esfuerzo, la moralidad, la lealtad, la dedicación. En fin, un conjunto de valores que trasciendan las aspiraciones económicas legítimas. Incluso en los últimos años trata de predicarse una suerte de ética empresarial que permita unas aspiraciones profesionales y salariales que puedan complementarse con la lealtad, la confidencialidad y la defensa de los intereses de las empresas.
Hace escasos días, nos hemos visto todos sorprendidos y alarmados ante el comportamiento del capitán del barco Costa Concordia, Francesco Schetino. No parece que nuestro capitán haya cumplido la vieja máxima, comparable al juramente de Hipócrates, de que debía ser el último en abandonar la nave. Más allá de sus posibles responsabilidades penales, interesa destacar el estupor de todos los ciudadanos ante el comportamiento del capitán Schetino.

Los valores y las virtudes de los funcionarios públicos, que con frecuencia olvidamos, tienen también reflejo en la realidad de la actuación de los miembros de las fuerzas de seguridad y emergencias. Hace unos días, tres policías nacionales, Javier López, Rodrigo Maseda y José Antonio Villamor, han perecido probablemente intentando salvar a dos jóvenes que se bañaban, de noche y en Enero, en una playa de A Coruña. La razón de que los policías intentaran salvar a los jóvenes (en un caso, lo consiguieron)  no fue el dinero.

Poner por delante los valores, dedicar su esfuerzo a los demás, olvidar las horas de dedicación al trabajo, incluyendo las noches o los días festivos que sean necesarios, son patrimonio del buen hacer de centenares de miles de funcionarios públicos, entre los que se encuentran los miembros de las fuerzas de seguridad.
Pocas horas hace que fue incinerado el cuerpo de Miguel Angel Fernandez-Chico, director adjunto de la Policía Nacional, durante ocho años, desde 2004 hasta hace unos días. Las virtudes y valores de los funcionarios públicos de Mahfouz a él son aplicables. Fue un ejemplo para todos, y para mí que fui su superior inmediato y su amigo, un honor haber trabajado con él. En ese trabajo estuvo hasta las últimas semanas, incluso sufriendo los más fuertes tratamientos. En resumen, un buen policía y un señor muy respetable.


Francisco Javier Velázquez López
Ex Director General de la Policía y de la Guardia Civil
(21 de abril de 2009 - 30 de diciembre de 2011)
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