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Veinte años de desorientación estratégica del PSOE (3)

Veinte años de desorientación estratégica del PSOE (3)

viernes 03 de febrero de 2012, 08:06h
"La paridad es una fórmula que extrema el necesario forzamiento de las condiciones de exclusión"
Ya vimos que el zapaterismo surgió como una contestación a la crisis del PSOE (y el felipismo) en los años noventa y como eso, desafortunadamente, no significó la renovación que necesitaba la socialdemocracia española, sino una salida por la tangente que adoptó elementos programáticos de otras corrientes políticas (partidos radicales principalmente), que en España se caracterizó por un paquete de rasgos concomitantes: incapacidad para la armonización de derechos, ausencia de sentido de Estado y estrategia de constitución de mayorías a partir de la suma de alianzas disimiles con segmentos sociales y políticos.

Como mencionamos, esa estrategia y la poca densidad conceptual que caracterizó a Zapatero y su equipo, hizo que su Gobierno tuviera la tendencia a copiar al dictado las propuestas y los discursos de sus aliados sectoriales, en vez de procesar en serio esas propuestas para construir un discurso nacional propiamente socialdemócrata. Pueden ponerse varios ejemplos al respecto, pero aquí vamos a usar uno importante: la política en materia de equidad de género.
Importa subrayar que Zapatero y su equipo han sido y todavía son completos analfabetos en teoría de género, aunque para ser justos hay que decir que esa carencia afecta a la casi totalidad de los tomadores de decisiones políticas. Claro, siempre es posible apostillar que mal de muchos es consuelo de tontos. Pero conviene no exagerar la particularidad del zapaterismo al respecto.

La cuestión es que, a partir de esa extendida ignorancia en materia de género, los responsables políticos y muchos medios de comunicación suelen adoptar una de estas tres actitudes: la de los que tienen una reticencia/resistencia respecto del tema, que les impulsa a tratar de desconocerlo; la de los que tratan de salir de esa ignorancia -como hacen con otros temas transversales, como el ambiental, por ejemplo- para tener su propia posición al respecto, y los que, sin necesidad de superar su analfabetismo, reproducen al dictado el discurso de los movimientos o sectores sociales en términos generales. Resulta una evidencia que las actitudes más abundantes son la primera y la tercera, siendo esta última la mantenida por Zapatero durante toda su administración.

 Así, en esa estrategia unilateral de "ampliación de derechos", el Gobierno de Zapatero reprodujo un discurso cuasifeminista sin mayores procesamientos. Ello tuvo perfiles incluso jocosos, como el argumento que se convirtió en chiste de que los mejores parámetros para ser ministro de defensa eran: ser mujer, catalana y encima embarazada. Pues bien, pese a la broma, lo cierto es que en términos de equidad de género resulta un acto simbólico favorable mostrar como la mujer puede incorporarse a los espacios tradicionalmente masculinos. Ahora bien, cabe la pregunta ¿es ese el principal valor a tener en cuenta para conducir la política de defensa de un país? No debe haber duda de que si preguntamos al movimiento feminista, una gran mayoría responderá afirmativamente. Pero eso no es lo que piensa la gran mayoría de la ciudadanía o dicta el sentido común, ni tampoco puede ser una política socialdemócrata. En efecto, al lado de ese valor hay que colocar otros, como por ejemplo el hecho de tener amplios conocimientos y liderazgo en la materia (política de seguridad y política militar). En suma, una política socialdemócrata no consiste en adoptar mecánicamente el valor del movimiento social, sino en tener verdadero conocimiento al respecto y en armonizar los distintos factores y valores en juego.

Otro ejemplo refiere al tema de las cuotas de participación de las mujeres, especialmente en los órganos políticos de toma de decisiones. Existe larga experiencia acumulada acerca de que, con mucha frecuencia, son necesarias palancas normativas para romper el techo de cristal de la participación femenina en espacios tradicionalmente masculinos y eso se ha constatado bastante en cuanto a los espacios políticos. Sin embargo, los partidos conservadores rechazan en general la estrategia de las cuotas. En el otro extremo, desde muchos sectores del movimiento feminista se ha impuesto la propuesta rígida de la estricta paridad, sin importar el contexto, las circunstancias o el sentido común (como se ha dicho, nunca podría haber órganos con un número impar de miembros). Pues bien, esa fue la línea seguida por Zapatero, sobre todo en su primer gobierno. Algo que demuestra su completa incapacidad para argumentar en términos de equidad de género.
Un somero conocimiento en la materia no confunde lo sustantivo con lo adjetivo. La cuestión de fondo consiste en romper la barrera que impide la presencia de las mujeres en los espacios decisionales. Pero la paridad es una fórmula que extrema el necesario forzamiento de las condiciones de exclusión. Lo sustantivo es que no haya ningún espacio político sin una masa crítica de cualquiera de ambos sexos. La socialdemocracia sueca optó por la formula 40/60 que me parece sensata: no debe haber menos de un 40% de cualquiera de los dos sexos en los órganos de decisión y representación. Sin embargo, la paridad impide que en un determinado momento pueda elegirse una proporción ligeramente mayor de hombres o de mujeres. Por ejemplo, la paridad forzosa hubiera impedido la experiencia de un Gobierno con mayoría de mujeres como el que tuvo lugar en Noruega. La postura socialdemócrata consiste en entender que las cuotas pueden ser necesarias, a diferencia de la conservadora que rechaza las cuotas por principio, pero tampoco debe copiar al dictado las posiciones rígidas o extremas que planteen determinados sectores del movimiento social. Claro, para poder pensar de forma autónoma en esta materia, como en otras muchas, es necesario tener algún conocimiento de los fundamentos de cada materia; en este caso la que refiere a la equidad de género. Partiendo, por ejemplo, de entender que género no es sinónimo de mujer, para empezar.
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