Sudáfrica en la encrucijada
viernes 17 de febrero de 2012, 07:54h
Mientras paseo por el
inquietante centro de Johannesburgo, observo menos presencia de
blancos que en mis visitas al Harlem neoyorkino. Como en él, también
existe aquí un enorme porcentaje de suntuosos edificios de oficinas
vacíos.
El repliegue de los
anteriores dueños y señores del país a barrios más exclusivos,
como Standton, muestra que la integración racial, social y económica
de Sudáfrica aún queda muy lejos.
Por otra parte, la mala
conciencia europea por el reciente apartheid
se manifiesta en las constantes visitas de blancos al emotivo museo
dedicado a aquella ignominia o a la antigua cárcel de Constitution
Hill y en sus excursiones a castigadas localidades como Soweto.
En cambio, la población
de color pasa olímpicamente de monumentos como el Voortrekker de
Pretoria, dedicado a la gesta colonizadora de los primitivos boers.
Y eso que la colosal obra ha sido privada ya de las connotaciones
racistas con las que fue creada.
Sudáfrica, con el 25%
del PIB del continente, es pues un país en contante cambio, con una
carta magna de las más ejemplares y avanzadas de todo el mundo. Aun
así, con la vida política dominada ya por la mayoría negra y con
una economía controlada aún por los descendientes de los colonos,
está por ver si la mayor igualdad actual aumentará el bienestar
medio de la población o no.
Hasta ahora, el milagro
de esta transformación ha sido posible por la presencia de un hombre
providencial y magnífico como Mandela.
Pero, ¿podrá mantenerse tras su inevitable desaparición o surgirá
el revanchismo en forma de alguna memoria
histórica
que dé al traste con la reconciliación obtenida?
Ésta es la encrucijada
ante la que se halla este espléndido país.
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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