Impuestos y desigualdad

     En la plural España se producen situaciones difíciles de entender. Por ejemplo, las diferencias tributarias que existen entre las distintas comunidades autónomas por la capacidad de cada territorio para legislar sobre los impuestos. Pongamos el caso de un matrimonio con dos hijos, con una hipoteca y con un salario inferior a 43.000 euros al año. Esa familia paga, en concepto de IRPF, más de 3.600 euros en Extremadura, Asturias o Aragón, y no llega a 250 euros en Castilla y León. Y si hablamos de patrimonio o de compraventa de viviendas, las diferencias también son notables en las distintas comunidades, a lo que hay que añadir la discriminación histórica que representan los regímenes forales del País Vasco y de Navarra.

   Los políticos hablan de igualdad, interpretando el espíritu y la letra de la Constitución. Pero esa igualdad no existe, y se dan casos de dos pueblos cercanos, separados por apenas un kilómetro, pero con la circunstancia de que forman parte de distintas autonomías, y lo que pagan de tributos sus habitantes es muy dispar, a veces con diferencias que, para la unidad familiar, superan los 3.000 euros al año.

    Pero, como decimos, los políticos que hablan de igualdad están a su bola y no se deciden a ponerle el cascabel al gato... Como tampoco se lo han puesto en otro asunto: el haber perdido ayer la batalla del acuerdo de la Unión Europea con Marruecos, que lesiona gravemente los intereses de los agricultores del valle del Ebro, de Murcia, de Andalucía... Están en peligro miles de puestos de trabajo (sólo en el sector del tomate, casi 4.000), y afectan también al pepino, la fresa, la mandarina, el ajo y el azúcar..., además de ser la puntilla para la economía agraria de esas zonas. Los eurodiputados españoles han votado en contra de ese acuerdo, pero de nada ha servido porque son una minoría en el Parlamento Europeo.

    Y así estamos en estos tiempos de vacas flacas: cada día, con una mala noticia; cada día, con un sobresalto...