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Lo importante, claro, no es el coordinador general

Lo importante, claro, no es el coordinador general

viernes 17 de febrero de 2012, 10:53h
Escribo desde el tren, abarrotado de compromisarios, invitados y periodistas, que nos lleva al congreso del Partido Popular en Sevilla. Un baño de masas con cinco mil asistentes que llenarán la colorida ciudad y aclamarán -nada de sorpresas-a Mariano Rajoy como renovado presidente este domingo. Qué diferencia de cuando, hace cuatro años, las conspiraciones aguardaban en cada esquina congresual en Valencia. Aquí, está todo atado y bien atado, y Rajoy, que ha sabido aguantar la adversidad, sin duda se ha merecido este momento de gloria. Por eso, porque las buenas noticias no son noticia, y porque mi preocupación va mucho más allá de saber si habrá o no un coordinador general o si en el programa se admitirán -que sí-- los matrimonios homosexuales, a mí de este congreso me interesa lo que ocurrirá tras la clausura, a partir del lunes.
 
Naturalmente, un congreso de aclamación como este XVII del PP, tan diferente, todos lo han resaltado, del que también celebró en Sevilla hace dos semanas el PSOE, no se celebra por casualidad en la capital de Andalucía, cuando quedan cinco semanas para las elecciones que pueden desalojar a los socialistas del único feudo que les queda. El 'maillot' amarillo da alas, y el clamor final el domingo en el palacio de congresos sevillano tendrá, qué duda cabe, repercusión en las urnas, como la tendrán las tensiones derivadas del congreso socialista: nada hay que el electorado castigue más -mucho más, por cierto, que cualquier corrupción, como hemos visto-que las divisiones internas en los partidos.
 
Rajoy, como antes hizo Aznar y como nunca logró hacer Manuel Fraga, ha pacificado su partido y lo lidera sin que la más mínima sombra se interponga. No hay 'baronías', ni siquiera la de la presidenta de la Comunidad de Madrid, ni hay disidencias ideológicas dignas de tal nombre -por eso se ha magnificado tanto la propuesta de 'descristianizar' el partido-.
 
Claro que la lógica euforia de este fin de semana dará paso, el lunes, a la preocupación por una situación económica y social al menos enrarecida, por decir lo menos. Lo único que, a mi entender, falta en esta 'cumbre', como faltaban en el debatido congreso socialista, son propuestas de futuro. Y eso es lo que me preocupa y me ocupa en los alrededores de este congreso del PP, el partido que gobierna ya en los principales municipios, en casi todas las autonomías y tiene mayoría absoluta en el Parlamento: esta multitudinaria 'cumbre', en la que todos se van a ir saludando por los pasillos en medio de rumores sobre tal o cual nombramiento pendiente, no está destinada a fortalecer el programa del partido gobernante. Ni he escuchado tampoco una sola palabra sobre la estrategia o la táctica a establecer a corto y medio plazo. Eso es lo que yo pediría: un congreso más denso, en el que se hablase de la futura reforma constitucional -'vade retro', dicen siempre los políticos de todo el espectro cuando escuchan esas palabras-, de reformas electorales, territoriales, económicas, de profundización en la democracia...
 
Siento un enorme interés por escuchar el esperado discurso final de Rajoy. Temo que no nos va a dar demasiadas pistas acerca de cómo -y cuánto y hasta con quién-piensa gobernar. No lo necesita: le van a aplaudir, y mucho, de todas formas.
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