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El duque de Babel

El duque de Babel

miércoles 29 de febrero de 2012, 13:31h
Sin duda el que puso el nombre de "Babel" a las investigaciones sobre las actividades del duque de Palma y de su socio, Diego Torres, a  través del Instituto Noos y un entramado de empresas radicadas en España y en varios paraísos fiscales, pensó en la mítica torre que erigieron en las tierras que hoy conocemos como Irak. Construida y destruida  varias veces y recogida por los historiadores griegos y romanos era de ladrillo y no de piedra, como las pirámides, unidos con betún y no con argamasa de ahí su fragilidad pese a su enorme tamaño, muy similar a la de los grandes túmulos funerarios levantados por los faraones.

En el primero de los 5 libros que forman el Antiguo Testamento, el Génesis, en su capítulo once se dice que Dios quiso castigar a los hombres por su audacia y les confundió rompiendo la única lengua o idioma que hablaban en una multitud de ellos, lo que les llevó a abandonar sus sueños de acercarse al cielo y dispersarse. De allí viene el nombre de Babel, que en realidad sería como decir "balbuceo" en nuestros días, el apenas amanecer de una civilización que soñaba con hacerse grande hace cuatro mil años. Algo de eso debieron pensar los investigadores policiales o el juez Castro o los fiscales Horrach y Carrau cuando se encontraron con el nombre de Iñaki Urdangarin dentro de sus pesquisas en todo lo relacionado con el caso "Palma Arena".

Al igual que en la torre mesopotámica los enormes cuadrados de ladrillo se levantaban uno sobre otro, hasta llegar a la cumbre en la que sólo existía una sala en la que  una doncella hacia vigilia cada noche; en la torre levantada por Urdangarin y Torres las sociedades se enlazaban unas con otras en un intento de dispersar los ingresos y  beneficios que se recogían en Noos y el resto de empresas dedicadas a la promoción y el marketing. Y para que el nombre en clave termine de unir semánticamente las dos torres, la que nace en 2004 también representa los balbuceos empresariales y financieros del duque de Palma.

Es más que posible que el que fuera más de 150 veces internacional con la selección española de balonmano,  a sus 44 años recién cumplidos, no sepa que en la Biblia se asegura que fue Nimrod, el primer rey después del diluvio, el que pensó en levantar la gigantesca y mítica torre, pero sí sabe que los que pensaron y crearon su propia torre se van a convertir ( o ya se han convertido ) en sus principales acusadores, desde Diego Torres y sus cuñados a los dos bufetes de abogados barceloneses especialistas en entramados financieros y sociedades offshore como Medina Tejeiro y Salvador Trinxet, allí donde aparece la dispersión de lenguas con nombres como Vikram, Torima, De Goes, Bossomhill...

Las dos largas sesiones de interrogatorios que ha tenido que afrontar el duque de Palma es más que posible que no sean las últimas.  Con un juez y unos fiscales enfadados y defraudados por sus "olvidos", y unos abogados y acusadores particulares deseosos de que sus representados no carguen con todas las culpas, vamos a ver como en los próximos días nuevas declaraciones y revelaciones del sumario vuelven a colocar al marido de la infanta Cristina en el centro de esta nueva Babel.

Diego Torres y su mujer, Ana Tejeiro, estaban a la espera de lo que dijera el duque ante el juez. Lo mismo que Carlos García Revenga, José Manuel Romero o Mario Sorribas. Y tendremos que añadir lo que puedan ampliar de sus declaraciones anteriores Jaume Matas, "Pepote" Ballester y los añadidos valencianos que ha colocado el propio Urdangarin con su testimonio: Rita Barberá y Francisco Camps. Muchos nombres que no van a dejar de "bombardear" y "agujerear" las versiones del duque en todo aquello que les afecte de forma directa.

Mientras todo esto sucede los daños directos e indirectos a la Familia Real, a la institución monárquica y a la imagen de España en el exterior son enormes, máxime cuando está en entredicho nuestra salud económica y financiera y las medidas que se vienen sucediendo para afrontar y superar la crisis; y cuando el propio funcionamiento del Estado y su estructura se resquebraja por los intereses partidistas de las formaciones políticas, y la ceguera histórica de los nacionalismos periféricos.
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