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Recesión económica  y xenofobia

Recesión económica y xenofobia

lunes 05 de marzo de 2012, 09:04h
Las actitudes de los ciudadanos   de un país  cualquiera  hacia los residentes de origen extranjero y  el nuestro  tampoco escapa  a  esta regla  no permanecen inalterables a lo largo de un periodo  relativamente   pequeño de tiempo -una década, por ejemplo- como pudiera pensarse  a primera vista.  En épocas de vacas gordas, la tolerancia y la comprensión   social suben. En momentos  de vacas flacas,  sin embargo, como los que  estamos atravesando ahora, esa percepción se relaciona negativamente   al mismo ritmo  que  la situación económica  se  deteriora  y se incrementa el nivel de desempleo. Pero, además, a esa percepción social, se añade también  la  condición socio-económica, la edad o el nivel educativo de  quien opina  al respecto.

En un reciente  informe sobre las migraciones en el mundo en 2011, elaborado por la  Organización Internacional para las Migraciones (OIM), basándose en el resultado de encuestas realizadas en naciones industrializadas, se  cuantifican  esas percepciones de las  opiniones públicas  de diversos países de nuestro entorno. En todas ellas, el denominador común  es que   piensan que conviven con más inmigrantes de los que hay en realidad. Según este estudio, en España por ejemplo,  creemos que los inmigrantes representan el 21 por ciento de la población, cuando en verdad son solo el 14 por ciento;  en Estados Unidos y en Canadá , los encuestados coincidieron en  señalar que eran el 39 por ciento, frente al 14  y el 20  por ciento reales respectivamente  en cada uno de esos  dos países. Y, por último, nuestros vecinos   italianos, creen  que  los extranjeros son una cuarta parte de la población, cuando  en la realidad  apenas suponen un 7 por ciento.

Conceptos Como suele  ocurrir  muchas veces,  la confusión terminológica  está  en la base  de la cuestión. Es  emigrante aquella persona que se traslada desde su propio país a  un tercero  para trabajar  en él  en mejores condiciones  de las que tiene en su tierra de origen. Es decir, que  la motivación económica  es fundamental  a la hora de   calificar  a un ciudadano como emigrante. Cosa muy distinta  es  incluir  en este grupo a solicitantes de asilo, refugiados, a personas llegadas por reunificación familiar, estudiantes y, en ocasiones, hasta a los turistas.  La gente suele considerar de manera equivocada  también  a estos últimos grupos  como emigrantes  cuando realmente no lo son.

La posición oficial de la Unión Europea, que considera que necesitará más inmigrantes en el futuro por razones económicas y demográficas, exige  que   se aborde urgentemente   un debate público que  analice de manera responsable y justa las ventajas y desventajas de la migración, pero en base a evidencias y no a  percepciones  personales  o sociales  que, a la postre, lo único  que hacen es expresar   cierta hostilidad  o ciertos   miedos  que  no responden a la realidad y eso tiene un nombre  en nuestro  idioma: xenofobia.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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