No ha podido ser más pragmático el ministro
español de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, cuando ha admitido
que en Rusia hay lo que hay y es con lo que tiene que trabajar porque el
Gobierno está interesado en mantener unas relaciones estrechas con Rusia y
"cuantos menos juicios haga sobre la materia (limpieza de las elecciones),
mejor". Es una práctica habitual de la hipocresía diplomática poner paños
calientes a las situaciones delicadas para no dañar los intereses más
terrenales. Es muy habitual recordar la cita inglesa "no tengo política
exterior, tengo intereses" y se agradece que un responsable de la política
exterior española no tenga reparos en reconocer que es preferible mirar hacia otro
lado que analizar las circunstancias que han rodeado los comicios
presidenciales que han mantenido a Vladimir Putin en la presidencia de una de
las superpotencias mundiales. Como las elecciones parlamentarias celebradas en
Irán, las rusas no han sido ni libres, ni democráticas aunque sí ha habido un
afán en aparentarlo. En Teherán, los opositores fueron excluidos directamente
por el Consejo de la Revolución; en Moscú, sólo alguno de los que podía hacer
sombra a Putin está en la cárcel y los observadores internacionales, como la
OSCE, afirman que se han producido irregularidades en un tercio de los colegios
electorales.
¿Servirán de algo estas denuncias? Sí, porque desde las pasadas
elecciones parlamentarias rusas, la oposición se atreve a salir a la calle a
protestar contra los métodos autoritarios de Putin y crea una situación muy
incómoda en las calles de numerosas ciudades y promueve la presión
internacional situando al presidente ruso en la órbita de aquellos regímenes
que no pueden considerarse democráticos. Quizá eso no lo quite el sueño al
dirigente ruso que se afana por haber recuperado el orgullo nacional y mayor
peso en la escena internacional durante los doce años que lleva manejando el
poder. Un ejemplo de sus prioridades es el apoyo al régimen sirio en su
sangrienta e inaceptable represión de los opositores, aunque es muy posible,
que una vez ganadas las elecciones pueda cambiar de táctica para acallar las
críticas internacionales. Rusia tiene mucho petróleo y gas; armas nucleares,
excelente situación estratégica y millones de consumidores que interesan
comercialmente, sobre todo cuando hacen turismo. Insisto en que no debemos
rasgarnos las vestiduras con Putin, es la realidad de los intereses políticos,
lo mismo que hacemos con China y los derechos humanos.