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Bandera(s) al viento

lunes 15 de octubre de 2007, 11:38h

Menos mal que pasó el puente del Pilar. La fiebre vexilológica de unos remite y es de esperar que las aguas rojigualdas vuelvan a su cauce. El modesto columnista reconoce que, pese a las exhortaciones de Mariano Rajoy, él sigue siendo –dicho sea con franqueza, don Mariano— un pésimo español. Tan pésimo como gallego, que esta es otra. Porque el columnista no vibra con lo colores rojigualdas (España) ni con los albicelestes (Galicia) y ni siquiera con los azulgranas (los de la República Independiente del Barça que reclama Joan Laporta). Al columnista, que procura respetar todas las banderas, lo de los pliegues ondeando al viento le deja como bastante indiferente, entre otras cosas porque ni se identifica ni se reconoce en ninguna de ellas.

Aquí se han propuesto todos, los centrípetos y los centrífugos, que uno tiene que optar por una enseña textil. Y cada uno de los diferentes bandos pretende que comulguemos con la suya y que mandemos al cajón o al cubo de la basura las ajenas. ¿Realmente, salvo los respetables contenidos simbólicos que las banderas puedan tener, hay que identificarse con alguna de ellas? ¿Es ello una obligación inherente a la condición de ciudadano? El columnista perplejo, al que no se le ocurriría nunca quemar una bandera, ni aunque fuera suya, considera peligrosamente infantiloides las actitudes que invitan a elegir una bandera. ¿Por qué una? ¿Por qué no todas? ¿Por qué no ninguna?

Esta funesta manía de ir dando cartas de buen –o mal—español, gallego, catalán, vasco, andaluz, etc... resulta agobiante para millones de ciudadanos. Es un atentado de lesa ciudadanía doblado de inmensa estupidez. A nadie se le pueden imponer los sentimientos y las querencias, basta con el cumplimiento de las leyes, que son un instrumento regulador de la convivencia y no un fin en sí mismas. Claro que, para los patrioteros a la grande o a la chica, la racionalidad es algo que no entra en sus planteamientos.

De seguir lo de las banderas –todas—por este camino, el columnista hace voto de, en ocasiones solemnes, colgar de su balcón una única bandera: ¡¡¡la de la ONU!!!.

[Estrambote interesado: el columnista confiesa, no obstante, que en mal momento sacaron la bandera española de los estancos. Con ella eran mucho más visibles].
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