La otra lectura de las elecciones autonómicas
lunes 26 de marzo de 2012, 07:41h
Tanto Elena Valenciano como Dolores
de Cospedal han salido al ruedo político para decir medias verdades. Ninguna de
las dos muestra la verdad completa. La portavoz socialista insiste en que el PP
no ha conseguido su propósito de gobernar en Andalucía, pero no dice una sola
palabra de la hemorragia de votos sufrida por el PSOE, sobre todo si se compara
con las anteriores elecciones andaluzas. En otras palabras, el PSOE ha perdido
una cantidad enorme de apoyo, pero lo que ha sucedido es que ese voto no se ha
deslizado suficientemente hacia el PP como sugerían las encuestas, sino que se
ha deslizado en sentido contrario, hacia la otra izquierda.
Por su parte, Dolores de Cospedal
insiste en destacar el hecho de que, por primera vez en la historia de la
democracia española, el PP ha ganado las elecciones en Andalucía, pero no dice
que se trata de la cuarta oportunidad que se le escapa al predilecto Arenas la
oportunidad de gobernar en Andalucía; y que eso guarda relación en esta ocasión
con el desgaste del Gobierno de Rajoy en
Andalucía.
Mientras tanto, los primeras espadas
de ambas fuerzas políticas se mantienen en un prudente silencio, con la mente
puesta en el efecto que tendrán estas elecciones en el tablero general del
ajedrez nacional. Y en esa perspectiva, las cosas se han modificado no muy
radicalmente pero sí apreciablemente. El cuadro creado en Andalucía y en
Asturias es similar desde el punto de vista sociopolítico: el estancamiento del
PP procede en buena medida del desgaste que le provocan al Gobierno de Rajoy
las duras medidas impulsadas para salir de la crisis y, a su vez, los
resultados concretos mejoran el ánimo de quienes apuestan por la movilización
social, empezando por los que preparan la próxima huelga general.
Es decir, puede que, como sostiene
Cospedal, el Gobierno del PP mantenga su determinación de seguir adelante con
las medidas impulsadas, incluyendo la reforma laboral. Pero lo que resulta
indudable es que eso está teniendo un costo sociopolítico para el PP. Y la
pregunta de fondo es si eso tiene un límite. Desde esta columna hemos insistido
en ese vaticinio y planteado que el Gobierno debe pensar un plan B, a menos que
esté dispuesto a acelerar su desgaste o poner en peligro la paz social.
Porque en política no sólo es
necesario tener la razón fría sino también saber venderla todo lo calentita que
se pueda. Y parece que en el campo de eso que los expertos llaman la
comunicación estratégica, al PP de Rajoy no le van del todo bien las cosas.
Algún comentarista considera que Rajoy hace tiempo que ha tirado la toalla en
ese campo y que difícilmente hará grandes esfuerzos por salir de sus razones de
gabinete. Pero sus asesores tienen que decírselo claramente: en estas
elecciones se han perdido un par de peones y desde luego eso no es mucho para
quien ha destrozado hace poco las defensas del contrincante; pero si la
dinámica continúa así la posibilidad de perder la partida comienza a tomar
cuerpo. ¿De verdad está dispuesto Rajoy a ser rostizado historicamente en aras
de la pura racionalidad de gabinete?