Kirchner, jugar con fuego resulta peligroso

  Hay unanimidad en la consideración de que el intento del gobierno argentino, presidido por Cristina Fernández, de expropiar la petrolera YPF, filial de la española Repsol, es un atentado a los mercados internacionales y es un gesto hostil no solo hacia España sino hacia todos los países que tienen intereses económicos en Argentina y que, desde ahora, vivirán aún más en la incertidumbre y en la inseguridad. En un momento en que el gobierno argentino tiene abiertos muchos frentes, incluido el recurrente asunto de las Malvinas, y en que España atraviesa por una coyuntura gravísima, este desencuentro sobre YPF, promovido y provocado por el ejecutivo de Buenos Aires, es impresentable.

     Ni tan siquiera apelamos a las viejas relaciones entre dos grandes países, España y Argentina, unidos por la historia, por la sangre, por el idioma, y por complicidades que trajeron prosperidad para ambos territorios. Se trata de ver la amenaza argentina como una falta de coherencia con lo que son las más elementales normas de garantía jurídica para otros muchos inversores internacionales. Y se trata, también, de comprobar cómo se cierran los caminos que llevaron a Argentina a numerosos inversores americanos y europeos: de Estados Unidos, Brasil, Italia, etcétera, además de España...

     Cuando el populismo peronista o la demagogia es la norma de actuación de un Gobierno, mal asunto. Si lo que pretende la presidenta Cristina Fernández es agitar el sentimiento nacional para ocultar el malestar social de su país, la trampa terminará por volverse contra ella y contra el empobrecido pueblo argentino. Y atacar a España, que ha hecho grandes inversiones en Argentina y tiene numerosos proyectos en desarrollo, es una indignidad: se hace, como decimos, precisamente en unas semanas en que la economía española está bajo la atención de todo el mundo, que no contaba con este golpe de efecto que llega desde la Casa Rosada.

     Esperemos, en fin, que desde la Unión Europea y desde otras instituciones, como el Banco Mundial, se produzcan movimientos que eviten unas actuaciones arbitrarias y lesivas contra una España en que, ante la provocación, ha aflorado la unidad de las distintas fuerzas políticas. La presidenta Fernández de Kirchner debe aprender que, en la política internacional, jugar con fuego resulta peligroso.


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