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Observación y preferencia política

Observación y preferencia política

jueves 26 de abril de 2012, 07:59h
Desde que en los años setenta empecé a escribir en los diarios y otras revistas especializadas, he sentido esa exigencia que tiene quien trata de leer la realidad lo más ajustadamente posible, de aparcar en ese momento la afiliación o la preferencia política. Es cierto que ese desdoble no siempre es fácil, pero es algo con lo que tienen que convivir, por ejemplo, los buenos periodistas. Ya se sabe aquello de que: "en periodismo la objetividad no existe, pero el esfuerzo por alcanzarla es lo que refleja la excelencia profesional".
 
Por eso, cuando alguna lectora me acusa de equidistancia o de neutralidad estética, lo tomo como un elogio a la tarea de observador; ahora bien si lo que trata de sugerir es que carezco de ideario político como ciudadano, entonces se equivoca de medio a medio. Y con eso no quiero decir que siempre sea capaz de separar el comentario más analítico de mis propias ideas políticas, pero sigo pensando que hay que hacer el esfuerzo por distinguir lo más posible cuando se hace una cosa y cuando otra.
 
En todo caso, por si fuera útil aclararlo, no tengo inconveniente en manifestarme, como ciudadano, partidario de las ideas socialdemócratas. Claro, alguien podría preguntar ¿pero entonces por qué critica al PSOE tanto o más que al PP? Pues no me parece tan difícil la respuesta. En primer lugar, porque es imposible no hacerlo cuando se realiza un análisis mínimamente riguroso de la actual coyuntura. Vamos, un marciano que visitara España podría observar sin dificultad la enorme contradicción que existe entre los discursos de ambas fuerzas políticas en cuanto hay que remar en una misma dirección y su comportamiento político efectivo. No hace falta ser Weber para darse cuenta que ambos partidos están más preocupados por la lucha entre ellos que por las necesidades urgentes del país. Y, desde luego, eso es evidente para muchos que no venimos precisamente de Marte sino de haber mamado la cultura política de la transición democrática, que nos obligaba a hacer compatible la crítica más aguda con la alianza más amplia para construir el sistema democrático. Valga un ejemplo: en la manifestación de respuesta al intento de golpe de Tejero estábamos juntos desde Fraga a Marcelino Camacho, todos defendiendo la Constitución. 
 
Pero hay también una segunda razón importante. Soy de los muchos que pensamos que la orientación política del PSOE actual no es realmente socialdemócrata. Valga una clave: la SD siempre ha sido capaz de conciliar la defensa de las mayorías sociales con un claro sentido de Estado (que supone aceptar en serio que hay una buena cantidad de gente que no piensa como uno). La satanización de la derecha democrática no es socialdemócrata. La critica fácil a las medidas impopulares pero necesarias tampoco.
 
Antes de proseguir con la diferenciación, quiero dejar claro que, sin embargo, la SD sigue viva en España. La forman todos aquellos que no estuvimos de acuerdo con la salida por la tangente (al estilo de los radicales italianos) que el zapaterismo dio a la crisis de la SD en los años noventa; tanto los que preferimos apartarnos del camino, como los veteranos que se han mantenido defendiendo las siglas PSOE frente al PP (por un viejo miedo carpetovetónico consistente en creer que la derecha política española nunca podrá ser democrática). Pero la SD también existe al interior del PSOE, como lo han reflejado últimamente intervenciones como la del exalcalde de San Sebastián, Odón Elorza, o el diputado menorquín Guillem García, que han sido capaces de levantar la voz para decir que ya vale de estridencias y que no estamos en la hora de seguir apostándole a la polarización política, sino que es el momento de las propuestas constructivas para salir de la crisis. Desde luego, ese es el discurso socialdemócrata que podría hacer avanzar el consenso hacia una política de Estado que nos evitara la excesiva unilateralidad del PP. Y no lo es ese llamado a la pelea de un José Blanco o una Elena Valenciano, que siguen pensando en el árbol que los cobija y no en el bosque de todos. Como tampoco es socialdemócrata la posición a medio camino entre unos y otros de Alfredo Pérez Rubalcaba.
 
Definitivamente, España necesita el resurgir de esa socialdemocracia viva como fuerza política, tanto para ser Gobierno como para ser leal oposición. Pero esa fuerza es hoy sólo una minoría dentro del el PSOE, desafortunadamente. Así que tanto desde el análisis más imparcial como desde mi sensibilidad política como ciudadano, parece que la observación crítica de los principales actores políticos está obligada en la España de hoy. No es equidistancia estética, es simplemente el intento de usar el buen juicio para leer la aciaga realidad actual.
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