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Pitos y pirómana

Pitos y pirómana

jueves 24 de mayo de 2012, 18:24h
Salvo en el caso de la Oda a la Alegría o Himno de Europa y más por motivos musicales que otra cosa- no soy yo muy de himnos, aunque me fastidia mucho que no se respeten, sobre todo cuando se interpretan en nombre de mi país. Tampoco me siento yo demasiado monárquico, pero al igual que apoyo la Constitución acepto al Jefe del Estado y a quienes lo representen. Por eso me van a sentar muy mal los pitos, si los hay, mañana en el Estadio Vicente Calderón a los Príncipes de España y a la Marcha de Granaderos cuando se oiga por la megafonía como prólogo al partido de futbol entre el Barça y el Athletic.

Lamentablemente no hemos avanzado desde hace tres años cuando la final de Copa entre los dos mismos equipos, en Valencia, supuso una auténtica pelea entre las dos aficiones a ver quien ganaba en pitar mas fuerte  al Rey y al himno. El morbo se ha vuelto a instalar en la actualidad nacional y, una vez más, un acontecimiento deportivo como el la Copa del Rey de Futbol -antes Copa del Generalísimo, antes Copa de la República- se convierte en un acto de reivindicación política.

No hemos avanzado nada porque los nacionalistas menos templados siguen viendo en este acontecimiento deportivo, en prime time de Televisión Española, una gran oportunidad para reivindicaciones soberanistas. No hemos avanzado porque esta vez el pirómano de turno es de gran ascendente mediático: nuestra dicharachera presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, quien un día quiere bajar impuestos, al otro se declara insumisa, después dice, ¡que idea! que lo que hay que hacer es acabar con el Estado de las autonomías y ahora le mola reivindicar a Sarkosy -con lo calladito que anda él-. Lo último en declaraciones "de alcance" de Esperanza Aguirre es que se apunta a la paranoia declarativa de decir que lo que hay que hacer,  si hay pitos a los Príncipes y al Himno Nacional, es desalojar un estadio entero y que se celebre el partido a puerta cerrada. O lo que es lo mismo, táctica del bombero pirómano.

Sin duda muchos españoles se sienten, nos sentimos maltratados por una desconsideración tan gratuita como inmerecida a los símbolos españoles si es que se produce la pitada y la protesta. Y ahí ha visto la incontinencia verbal de nuestra presidenta un filón para agigantar su talla populista. Con solo formular esa "solución", de imposible e imprudente aplicación, se  crea el efecto contrario. Cualquiera que venga dispuesto a pitar lo va a hacer más fuerte. Y los que dudaban lo tienen ya claro: se les va a escuchar por todo  Madrid Río. Ella bien lo sabe pero ha logrado mantenerse una vez más en la primera página de los periódicos, abrir los telediarios y de paso aprovechar la oportunidad para desviar la atención sobre el escándalo de la abultada corrección del déficit en las cuentas de la Puerta del Sol que no ha tenido más remedio que reconocer. Y además ha logrado de nuevo marcar una vez más diferencias con los demás líderes de su partido. En Génova y Moncloa lo han debido tomar como un episodio más de la serie "Pesadilla Aguirre".

Todo este inoportuno embrollo podría haberse tratado de otra manera, al margen de que es bien cierto que siempre resultará imposible acallar a los independentistas más irreductibles. Pero el objetivo debería ser que no lograran más adeptos que los que ya tienen. Justo lo contrario de lo que logra la declaración de Aguirre. Desde el día en que se supo que estos dos equipos disputarían la final el presidente de la Federación Española de Fútbol, Angel María Villar, y el ministro de Educación, José Ignacio Wert, deberían haberse puesto a trabajar para ganar la complicidad de los clubes, de sus presidentes y hasta de los jugadores  con el fin de lograr que  el espectáculo del 25 de Mayo sea una fiesta del futbol y no una bronca separatista contra España y la Corona. Ellos si pueden actuar sobre sus aficiones para que tengamos la fiesta deportiva en paz. Porque nadie va a ganar con esta bronca. Y la escena de la pita a los Príncipes y al himno es lo único que le falta al país para aumentar su inestabilidad y su mala imagen internacional. Y no es cuestión de añadir más problemas a los que ya tenemos. Pero mucho me temo que...
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