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Hacer Bierzo

Hacer Bierzo

viernes 25 de mayo de 2012, 08:19h
 Mi querido Bierzo, este valle natural rodeado de montañas, tiene un indeleble sello.  Ser berciano no solamente es una condición, es también una actitud, es oficio y ejercicio.

El Bierzo es magnífico por su historia, asombroso por su paisaje y acogedor por sus costumbres. En este Bierzo de nuestros amores, la mística del Valle del Silencio se mezcla con la esplendidez del botillo, la nobleza recóndita de los templarios se une a la picardía de unos pimientos sin parangón en el orbe universo, el ascético paisaje de las doradas Médulas se funde con la increíble personalidad de nuestros vinos.

El turista que visita el Bierzo, repetirá su visita hasta convertirse en otro berciano adoptivo, y recogerá su indiscutible personalidad forjada por una historia sin parangón. El berciano adoptivo se hermanará con el berciano de cuna, gracias a la complicidad de esta hermosa tierra.

En este tiempo de turbulencias, los bercianos saben que no es momento de contemplar cómo crece la hierba.  Ha llegado la hora de unir esfuerzos, de trabajar duro, de sumar voluntades.  Es la hora de hacer Bierzo.

Hacer Bierzo es conservar la raíz y la esencia, el talante y la nostalgia por volver. Hacer Bierzo es solidarizarse con el paisano y amar la tierra, desde lo hondo a lo alto, desde la oscura mina a la resplandeciente nieve.

Hacer Bierzo es desgranar, emocionadamente, la letanía de sonoridades que forman los nombres de nuestros pueblos: Ponferrada, Villafranca, Cacabelos, Bembibre, Vega de Espinareda, Camponaraya, Trabadelo, Carucedo, Molinaseca, Corullón, Toreno, Villablino, Laciana...

Hacer Bierzo es sentirse heredero de una tierra pródiga en milagros y aventuras, tierra de anacoretas y buscadores de oro, de místicos y heterodoxos, hogar y patria de poetas, paisaje emocional que produce en la distancia una específica melancolía, un deseo de volver, del que solo nos reponemos cuando al ascender al Manzanal, descubrimos su mágica geografía.

Hacer Bierzo, en definitiva, es seguir el hermoso destino del árbol que abraza el cielo con sus ramas, al tiempo que ahonda las raices en su tierra.
 
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