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Tarzán y la ideología

Tarzán y la ideología

martes 29 de mayo de 2012, 10:28h
Con las ideas nos pasa lo que con los padres cuando se hacen mayores, que los valoramos mucho pero, con honrosas excepciones, los visitamos menos de lo que deberíamos. En todo caso, el hecho de que la frecuencia y la atención que dedicamos al cuidado de nuestros padres y al cultivo de las ideas no sean los que nos gustarían, no significa que seamos un pueblo de desalmados y analfabetos. Conviene aclararlo en este tiempo en el que cuanto más amargo es el retrato que se hace de nosotros mismos como sociedad más prestigio tiene el retratista.

El mundo está lleno de ideas, aunque la gente tiene parte de razón cuando dice que no ve las diferencias ideológicas entre unos partidos y otros; y esto es así porque todos los partidos tienen en común grandes trozos de genoma. De hecho a los seres humanos nos ocurre lo mismo: compartimos mucho genoma con otros animales. Por ejemplo, el 40% del genoma del gusano Caenorhabditis elegans es igual que el del ser humano. Tarzán y la mona Chita compartían, además de la vivienda, el 98,77% de sus genes, sin que por ello ningún observador atento pudiera negar la existencia de diferencias importantes entre ambos. Bien es cierto que esa diferencia de apenas un 1,34% era más evidente para Jane, la novia de Tarzán, que para Tambor, su elefante. Se ve que la proximidad genética mejora la capacidad analítica. Lo mismo pasa en la política, las diferencias entre el PSOE y el PP son más apreciables para un demócrata que para uno que no lo es.

En la última reunión de la Comisión de Cultura del Congreso debatimos seis Proposiciones no de Ley. Me llamó la atención que la de Izquierda Unida estaba dedicada a la protección del prerrománico asturiano, y que la de Esquerra Republicana de Catalunya estaba dedicada a la protección del monasterio románico de Santa María de Ripoll. Convendrá conmigo el amable lector que el asunto tiene lecturas bien interesantes. Por un lado sobre la evolución de la sensibilidad de la izquierda hacia las manifestaciones del arte religioso, que tanto contrasta con la involución de la Iglesia respecto a los valores sociales que inspiraron a la Democracia Cristiana de la postguerra mundial. Por otro, llama la atención que, con la que está cayendo, sea esta la agenda cultural de la izquierda que se dice más radical. En esa ocasión los socialistas llevábamos una proposición para crear un portal digital que añada valor y empleo a nuestros museos; lo que no quita que también los socialistas deberíamos sentirnos concernidos por la necesidad de cultivar más las ideas que tiene la izquierda. De hecho llevamos cuarenta trimestres sin publicar Leviatán, la revista de hechos e ideas que fundara Luis Araquistáin en 1934, y no parece que muchos la hayan echado de menos.

Con todo, las diferencias ideológicas entre los partidos son lo suficientemente importantes como para que la elección entre ellos sea relevante. Incluso, probablemente, hasta desde la perspectiva de un elefante avispado.
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