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Los grandes partidos

Los grandes partidos

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
miércoles 30 de mayo de 2012, 11:35h
El llamado bipartidismo imperfecto -la perfección no existe en ninguna obra humana- ha sido la clave de una estabilidad sin precedentes en la política española y es, hoy, la baza más favorable para afrontar la desastrosa crisis socioeconómica que padecemos, en parte por deméritos propios y en parte como secuela de un lamentable cataclismo internacional. Pero esos partidos -derecha e izquierda suavizadas- también están pasando su propia crisis. Su papel de participación y mediación entre Estado y sociedad civil está en entredicho por su conversión en meros instrumentos de los gobernantes de turno o de los aspirantes a gobernar.
 
Nuestros partidos iniciaron su actividad legal en tiempo preconstitucional con voluntad de reconciliación y concordia. A la izquierda aceptaron la invitación a incorporar los viejos antecedentes revolucionarios del socialismo y comunismo al juego democrático. A la derecha se abrió la dinámica interclasista de las nuevas clases medias reformistas y aperturistas para superar un inmovilismo conservador de intereses. Pero aquellas credenciales presentes en los años del cambio van quedando muy distantes de la sensibilidad actual, precisamente porque los resultados han permitido el más largo periodo de convivencia pacífica y fructífera de nuestra historia contemporánea. Hoy no hay ciudadanos de menos de cincuenta años que hayan vivido como protagonistas el clima de la Transición. Por tanto, las generaciones más bulliciosas no se sienten vinculadas al pretérito sino preferentemente preocupadas por su futuro.
 
Estas generaciones se encuentran con unos partidos oligárquicos, convertidos en equipos de gobierno y ausentes de contactos participativos populares más allá de las campañas electorales. Las servidumbres de la crisis hacen prácticamente imposible cumplir programas ideológicos y un horizonte incierto no permite hacerse ilusiones idealistas. Los partidos se limitan a colocar o descolocar en los aparatos de gobierno sus recursos humanos, aquellos de confianza del dirigente mejor situado. A su vez, el dirigente se ha convertido en un sucesor de escalafón, tanto en el poder como en la oposición, capaz de manejar el aparato del partido desde su interior, de lo que es la muestra más palmaria que los actuales presidentes de ambos partidos sean los vicepresidentes de los presidentes anteriores. El carisma de estos dirigentes no proviene de su eco popular sino de la predilección de los presidentes antecesores. Esto provoca tentaciones al populismo de otros políticos minoritarios que van sembrando gérmenes de desorientación y extremismo que, por ahora, son débiles entre nosotros pero se les nota crecer en otros países haciéndolos, en algunos casos, ingobernables, como vemos en Grecia o en Italia, obligada a recurrir a un mandato tecnocrático. Entre nosotros, por ahora, la desafección se manifiesta en el desprestigio de algunos exponentes de la llamada clase política, acrecentado por episodios de corrupción. La tentación no deseable al populismo tampoco está al alcance de los actuales dirigentes escalafonarios, poco o nada curtidos en la espectacularidad y la demagogia de la lucha en campo abierto.
 
Por todo ello existe un escepticismo político de la ciudadanía que le lleva a velar en exclusiva por lo que considera sus intereses a corto plazo sin que entren en juego valores o principios de mayor altura. Los partidos han reducido su ritual a las calculadas dimensiones de los recintos rellenables con sus "hinchas" y sus líderes se han acostumbrado a evitar los espacios abiertos y hasta las tribunas abiertas. El peligro que comporta este proceso no es inminente pero puede acentuarse en el futuro, sobre todo si las condiciones socioeconómicas continúan deteriorándose. Es necesario plantearse un estilo más autentico y transparente de democracia y no dejarla depauperarse con el tono gris de las nubes oscuras. Que no lleguemos a poder decir, como un personaje de Shakespeare: "Una nube tan sucia no se aclara sin tormenta".

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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