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Licencia para derrochar

Licencia para derrochar

miércoles 13 de junio de 2012, 08:20h
         Cada día que pasa, se acumulan nuevos datos contra el Presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Dívar. Salen a relucir nuevos viajes sin justificar, o con justificaciones falsas por parte del susodicho, lo cual agrava más las cosas. Cada día que pasa, el Gobierno y el PP lo tienen peor para defender un caso que si antes rozaba el escándalo, ahora se mete de lleno en él.
 
         Eso es lo que tiene la justicia politizada,  que cae en la tentación de ser corrupta. Si no hay que dar cuenta de los gastos de representación, ¿por qué no aumentarlos? ¿Por que no convertir el cargo en un pasaporte gratuito para el despilfarro?
 
         Los más críticos ponen el dedo en la llaga. Cenas para dos, facturas para todos. Los impuestos de los ciudadanos en este tiempo de crisis han servido para sufragar los caprichos gastronómicos y sentimentales de la máxima autoridad judicial de este país.
 
         Carlos Dívar convirtió días laborables en festivos, inventó los fines de semana de cuatro días, y participó con frecuencia en actos protocolarios que duraban una hora y luego se alargaban innecesariamente en varias noches de hotel.
 
         Ante estas pruebas, el presidente del Consejo General del Poder Judicial, no aporta ningún argumento coherente.  Tampoco ha sabido o ha querido explicar qué meritos especiales posee un policía nacional de la escala básica para convertirse en su ayudante personal, desempeñando funciones muy por encima de su cualificación profesional y sentándose en mesas oficiales en viajes institucionales.
 
         El escándalo ya no se resuelve con una salida digna, ni se soluciona con una dimisión. La pertinacia de este magistrado en no reconocer sus excesos, está reclamando una investigación en toda regla. Si hay corrupción, que caiga sobre él todo el peso de la ley, con la misma dureza que ha caído sobre otros representantes judiciales.
 
         El presidente de la Justicia ni puede, ni debe escapar a  la acción de la justicia. Todo lo contrario, debe ser el primero en dar ejemplo.  No se puede consentir que la justicia se convierta,  para quien la preside,  en "licencia para derrochar".


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