martes 24 de julio de 2012, 17:06h
Prohibir durante tres meses las operaciones
especulativas a corto -decisión adoptada por la CNMV- cortó en seco la
caída de los principales valores del IBEX en la Bolsa. ¿Por qué no se
hizo antes? Hemos tenido que llegar a la insoportable situación actual
de una prima de riesgo por encima de los seiscientos puntos y una tasa
de financiación que supera el 7 por ciento para que nuestras autoridades
(ministros García Margallo y De Guindos) hablen con claridad acerca de
lo que está pasando: el primero llamando a los especuladores por su
nombre y el segundo hablando de la "irracionalidad" del mercado.
¡Caramba!
¡Vaya sorpresa! Tras escuchar durante años y años el mantra de que no
había otra vía que dejar las cosas en manos de la iniciativa privada -el
grial del ultraliberalismo- habíamos llegado a pensar que en eso
consistía la libertad de mercado. A ver si ahora va a resultar que tras
años de trabajar para la ya fenecida Lehman Brothers, camino de Damasco,
el señor De Guindos se nos ha caído del caballo y empieza a pensar que
en tiempos de zozobra lo mejor sería volver la mirada hacia Keynes. No
es tiempo de sarcasmos porque lo que está en juego es todo: a medio
plazo salir como sea de la crisis y, a largo, mantener lo esencial del
Estado de bienestar, pero la tentación de jugar con las palabras es
mayúscula.
En relación con las circunstancias que han desembocado en la
situación actual de recesión, deuda estratosférica y sistema bancario
tocado, la gestión del Gobierno Zapatero fue un desastre sin paliativos,
pero si hay que ser sinceros, a la vista del retraimiento de Mariano
Rajoy y de la sensación de desconcierto e impotencia que transmite el
actual presidente, uno llega a la conclusión de que seguimos sin rumbo.
De que como en aquel chiste que contaba el genial Eugenio sobre el tipo
que se había precipitado por un barranco y pedía ayuda al Cielo, la
gente empieza a preguntarse si no habrá alguien más por ahí. Alguien
capaz de enderezar el rumbo, sellar una alianza con Italia y Francia y
plantarles cara a nuestros "amigos" alemanes. La palabra es:
desconcierto.