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Las horas bajas de Mariano Rajoy

Las horas bajas de Mariano Rajoy

martes 04 de septiembre de 2012, 13:07h
Algunos se empeñan en querer abrir una brecha interna en el Partido Popular a cuenta de la excarcelación del siniestro etarra Uribetxebarría Bolinaga; lo que le faltaba a Mariano Rajoy. Yo, la verdad, no acabo de ver ni escuchar más voces disidentes -significativas- que la del ex ministro Jaime Mayor Oreja y la de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, cuyas discrepancias en esta y otras materias son largamente conocidas, aceptadas, respetadas y respetables. Acaso, me parece, haya muchos otros motivos para crispar a la dirección del PP en unos momentos en los que todo, todo, se está poniendo en tela de juicio en un país necesariamente empobrecido y, acaso no tan necesariamente, entristecido.

Algunas veces he manifestado mi apoyo, en este caso y sin que ello tenga que servir de precedente, al Ministerio del Interior, puesto que ha sido desde allí, y solo posteriormente desde el Juzgado, donde se ha decidido, fiscal mediante, la suerte de los últimos días del etarra enfermo. La ley es la ley -también en tiempos de Mayor Oreja se aplicó-, el estado de Derecho es lo que es e incluso la conveniencia política aconseja no ser inflexible en estos momentos: ¿qué ocurriría si Uribetxebarría muriera en prisión, precisamente cuando estamos en vísperas de elecciones en el País Vasco y los antiguos batasunos han encontrado un estupendo motivo de movilización con el carcelero de Ortega Lara y verdugo de tantos otros?

Ya sé que legalmente, a la hora de que los jueces decidan, las coyunturas no tienen cabida, aunque las leyes, que están por encima de todo, se hagan precisamente para y por culpa de las coyunturas. Pero el Estado no puede, si es capaz de evitarlo, generar víctimas ni victimismos, algo a lo que tan aficionados son, y tan bien lo utilizan, los mal llamados 'abertzales'. Y qué duda cabe de que en la campaña vasca, que de hecho, aunque no de derecho, ya ha empezado, los bildus y asimilados tratarán de convertir a Bolinaga  en un símbolo de la opresión 'de Madrid', de la misma manera que tratarán de hacer de Otegi una suerte de Nelson Mandela 'a la vasca'. No me parece conveniente ayudarles al éxito de esta campaña, como tantas veces, involuntariamente, lo hemos hecho los demócratas que ni pensamos ni sentimos como ellos.

Los gobiernos, entiendo, están obligados a cumplir la ley, y la ley se está, por cierto, cumpliendo a la letra en el 'affaire' Bolinaga. Pero están los gobiernos igualmente obligados a amainar tensiones y a  procurar resolver conflictos en lugar de crearlos. Y pienso que ambas cosas se cumplen en la resolución, ya digo que fiscal mediante, del pringoso asunto de un etarra ni arrepentido, ni reinsertado, ni regenerado; un personaje despreciable a quien me cuesta considerar como digno de lástima.

Otra cosa es que el 'caso Bolinaga' se utilice para desgastar a Mariano Rajoy y a una parte de su equipo, precisamente en las horas más bajas del presidente que todo se atrevió a ponerlo patas arriba y que, es más, llegó a afirmar que lo que hace no le gusta un pelo. Le reconozco el valor al presidente, en medio de los errores, desviaciones y contradicciones que comete y que no pocas veces ha tenido que asumir como mal menor. Y me parece altamente peligroso escuchar voces que hablan ya de la necesidad del fin de una Legislatura que apenas lleva ocho meses caminando: este Gobierno es ahora, sospecho, la única alternativa a este Gobierno. Lo que Rajoy, eso sí, tiene que cambiar son algunos ministros, ciertos 'tics' y toda una manera de actuar y de concebir el momento político que vivimos. Nada menos.


- Lea el blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>> 
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