lunes 10 de septiembre de 2012, 11:56h
El periodismo
digital y su rapidez informativa nos ha traído, paradójicamente, el regreso al
periodismo escrito. En su día, la radio y, especialmente, la radio portátil
desplazó el avance informativo a la expresión oral. Los informativos se
llamaban "diarios hablados" hasta que se convirtieron en "horarios". Luego vino
la televisión con sus informativos ilustrados, añadiendo lo visual a la
comunicación oral. Pero la información digital no necesita ilustración visual
ni intermediación de locutores. El periodismo digital es fulminante pero
escrito en letras de molde, sin molde. El redactor llega al lector antes que
nadie, pero por escrito. El informador de periódicos tradicionales se encuentra
sobrepasado por el digital que se adelanta no solo en difundir el hecho
noticioso sino en comentarlo y valorarlo, aunque con menos tiempo para la
reflexión o el estilismo. Además, la mal llamada prensa digital, carente de
prensa, también se acompaña de colaboraciones no vinculadas a la estricta
noticia -véase la muestra- que pueden fluctuar en un paréntesis de actualidad
capaz de soportar la compañía de la información de alcance pero que, a su vez,
tampoco pueden perderse en las florituras del periodismo literario ni en las
divagaciones intelectuales de los artículos de revista que, a veces, adornan
con erudición o pedantería las páginas del periodismo de papel.
El reto del
periodismo digital es que pretende trabajar sobre una actualidad que llega a
sus destinatarios muy directamente. La comunicación se ha hecho directa en
aquellos temas que antaño nutrían la información periodística: la política, la
economía, el deporte, el clima, etc. Muy peculiarmente la política -la portada
de toda clase de medios- se ha hecho, por si misma, digital. El gobernante ya
no puede esperar a tomar decisiones bajo la presión orientada por los medios
tradicionales que, sin embargo, pueden influir en los legisladores que, por las
formalidades parlamentarias, trabajan en otro ritmo. La diferencia entre el
ejecutivo y el legislativo se acentúa en la práctica inexcusable del día a día
o de hora a hora, en favor del ejecutivo que cuenta de antemano con el
seguidismo de la mayoría parlamentaria. El parlamentarismo se convierte, cada
vez más, en ratificador del poder ejecutivo pero se despega cada vez más de las
decisiones operativas.
Las
fluctuaciones de la prima de riesgo, las oscilaciones del mercado, las
repercusiones de los atentados o los disturbios, los intercambios verbales
entre dirigentes y las contraprestaciones diplomáticas han creado unas
exigencias de reflejos rápidos que tienen que ver más con el mundo de los
números que con el trasiego de documentos y el transcurrir de debates prolijos.
La política se ha hecho digital y, como el periodismo, debe valorarse en su
fecha y para su momento. Igual que sucede con estos artículos; que son cuando
son y son lo que son, precisamente, por ello; también los actos políticos son
para cuando son. No son buenos ni malos fuera de fecha sino en relación con el
tiempo. Cuando se juzguen actuaciones como aquellas a que está dando lugar la
gran crisis internacional de nuestros días se medirá cuando se ha llegado
tarde, cuando se recibió información y cuando se reaccionó. En 1.977 -cuando se
trazó la estructura constitucional vigente- se miraba más a corregir el pasado
que a prever el futuro. Se buscaron formulas para complacer viejas aspiraciones
presuntamente históricas, de antiguos partidos, frustrados estatutos o
extinguidos sindicatos. La era digital ni existía ni se la esperaba. En 2.012
el mundo ha cambiado. Estamos en la época digital. El espíritu constitucional
permanece válido pero su estructura necesita adaptarse a las necesidades de un
Estado ágil y esbelto. El pueblo español y, diríamos que los pueblos de Europa,
hasta cierto grado unidos, reclaman de sus instituciones una disposición
actualizada para afrontar las graves dificultades sociales y económicas de
nuestros días. Esta reclamación latente tropieza con una sensación de
impotencia y lentitud inadecuadas para las urgencias del tiempo en que los
dígitos cantan su canción. El Estado, o los Estados, necesitan un tratamiento
acelerado de rehabilitación.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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