Un universo de recortes

Cuando al término del año 2011 se dio a conocer el paquete de medidas aprobadas con carácter de urgencia por el Gobierno para restringir el gasto público y aumentar los ingresos, pocas personas de las que aún viven creyeron que con aquel bombardeo de reformas todo iba a concluir. Solapada con la discusión de las graves decisiones adoptadas estaba la cuestión del déficit de las Comunidades Autónomas, del que los rectores del partido popular juraban por sus muertos que no sabían nada: ni de Valencia, ni de Madrid, ni de Murcia...Lógicamente la culpa era del partido socialista; y la extrema dificultad de la situación económica, producida por la herencia recibida.

El caso es que ya desde las primeras semanas, el programa del partido popular  con el que había ganado las elecciones se desintegraba hasta el punto de resultar irreconocible salvo por dos aspectos: la intangibilidad de los intereses de los más poderosos y el recorte de los derechos ciudadanos que configuran el llamado estado de bienestar. Hubo reiteradas protestas, aunque hay que reconocer  una democrática contención en el ejercicio de los derechos de expresión, manifestación y huelga. Fue una excelente prueba para todos, incluido el Gobierno, de la madurez del pueblo español, aunque para otros lo era de sumisión y capitulación.

A lo largo de los meses transcurridos el Gobierno ha ido sembrando los Consejos de Ministros de sorpresas desagradables en unos casos o de enigmáticos mensajes sobre el futuro, que la vicepresidenta Saenz de Santamaría ha tratado de encajar en la opinión pública del modo más discreto posible. No es extraño que tanto las agencias de calificación como la bolsa de valores hayan apostado a la baja, ante la falta de una información realista y creíble.

El que suscribe, que por razón de un malhadado accidente ha estado apartado un par de meses del día a día político, ha tratado de repasar los acontecimientos desde la aprobación de los presupuestos generales del Estado al término del mes de Junio. En ellos ya se desguazaban inversiones y servicios de lo más variado: tanto que los más interesados y estudiosos se quedaban estupefactos y no alcanzaban a digerir tanto cambio del cambio anunciado. Con el escenario de fondo de una ampliación del rescate  europeo y la amenaza de mayores sacrificios para las clases -sí, las clases- media y baja y, por supuesto, para quienes van engrosando el censo de los excluidos de casi todo, el presidente Rajoy se supera en sus rotundos asertos de vaguedades y en sus repetidos viajes por los cerros de Ubeda. Así lo comprobamos  en su reciente  entrevista en TVE.

Pero lo cierto es que entre Guindos y Montoro,  a los que se ha unido el ministro de Industria, han urdido un conjunto de medidas que van a traer a este país más empobrecimiento inmediato y peores perspectivas para el futuro. Eso sí: salvando los intereses de los más ricos, muchos de los cuales han aprovechado la confusa situación y la amnistía fiscal (¡Que iluso Montoro!)   para extraer de España en torno a los cuatrocientos mil millones de euros que han ido a parar a países considerados más seguros  o a verdaderos paraísos fiscales.

Antes de transcurrir Septiembre o en los meses posteriores veremos recrudecerse las condiciones de la jubilación, la aplicación de nuevas tasas y aumento de las existentes, una mayor flexibilización del mercado laboral y, al menos, iniciar la racionalización y estructuración de las administraciones públicas. Parece que no es mucho, pero constituyen un universo de recortes que deberían acompañar a la petición formal del rescate financiero que Rajoy pretende demorar hasta después de las elecciones autonómicas vascas y gallegas. Pero el riesgo de perder los socios europeos su paciencia y la escasa confianza que aún conservan en Rajoy y, por otra parte, el definitivo descrédito ante los mercados, deben ser valorados por el presidente del Gobierno con extrema prudencia.