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Esperanza sin coraza

Esperanza sin coraza

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 24 de septiembre de 2012, 10:23h
 Una política de vocación se ha retirado, Esperanza Aguirre, provocando orfandad en grandes sectores de la ciudadanía. Mientras el estúpido sistema de las cuotas por sexo nutren las instituciones de vanidades incompetentes, sumándose a las demoledoras burocracias partitocráticas que rellenan sus listas con "aparachiks" y pelotilleros, los demagogos mediáticos repiten la especie de que en España sobran políticos o que los políticos son un problema nacional. Pero sucede lo contrario. En esta hora de España el problema es que faltan auténticos políticos o, como dirían las bobas del feminismo convencional, políticos/as como la que se repliega y lo que sobran son "liberados" ocupando plazas de políticos, sin vocación ni convicciones, actuando como corifeos de sus benefactores.
 
La falsedad del tópico viene de considerar clase política a una especie de seudofuncionarios colocados en la administración local, provincial, autonómica y, también, en algunas instituciones nacionales, como un cuerpo parasitario sin otra pretensión que la de sobrevivir en las nóminas. Se habla de decenas de miles de políticos considerando como tales desde los asesores superfluos a los caciquillos pueblerinos y desde los recaudadores de "impuestos revolucionarios" a la poblada tropa de corruptos que se acercan como moscas al panal de rica miel de la esfera pública. Que no se trata de políticos corrompidos por las tentaciones del poder, sino de corruptos de base que se acercan con superficiales disfraces a las entidades públicas, colándose por la falta de criterio de los partidos para seleccionar sus huestes. Unas veces por torpeza y otras por el egoísmo de ciertos dirigentes, encantados de rodearse de mediocridades que no les puedan hacer competencia. Toda esta tropa es lo que sobra, a la vez que las verdaderas personalidades políticas escasean, se olvidan o se cansan.
 
Esperanza Aguirre pertenece a la clase de los políticos de convicción y no al colectivo de vividores de turno. Ha pasado por todas las instituciones públicas, ayuntamiento, autonomía, parlamento y gobierno, sin otro interés que servir apasionadamente y de la mejor manera que ha sido posible en estos tiempos y hasta donde el cuerpo aguante. Solo es posible juzgar su trayectoria valorando el éxito de su gestión y el cariño del electorado que la ha apoyado multitudinariamente. Su paso atrás es, como ella dice, por razones íntimas  pues, por gusto no se va nadie. Los políticos son más transparentes de cómo algunos quieren pintarlos. El liberalismo de Esperanza, como el eclecticismo de Rajoy o el maniobrerismo de Rubalcaba, son tan claros que no cabe disfrazarlos. Los políticos son como se manifiestan o no son políticos sino máscaras, pues su trabajo les obliga a la verdad por oficio.
 
Se ha hablado mucho de diferencias de Aguirre con el rumbo del actual gobierno. Es una especulación retorcida de quienes no entienden o no quieren entender la dinámica de la política. Las discrepancias de Esperanza, por espectaculares que fuesen, no son motivo para irse sino para quedarse, apoyada en la base electoral de que dispone, porque en estas discrepancias reside su atractivo como alternativa en potencia y su capacidad de convocatoria. Todos sabemos que la política quema y, en una crisis de la gravedad que vivimos, abrasa. Por eso todos sabemos que los grandes partidos necesitan de muchas personas, no unánimes, porque la coyuntura es fluctuante, que puedan aportar más combustible que el que puede consumirse en la primera línea de fuego. Es la logística elemental de toda fuerza política: disponer de reservas humanas y de distintas armas. Para la busca de grandes acuerdos, como necesita la España de hoy, el talante liberal de Esperanza es un factor positivo por la amplitud que una mentalidad liberal tiene para asumir convergencias. En el Partido Popular se dice que hay tres sensibilidades entrelazadas: conservadora, democristiana y liberal. Quizás la sensibilidad liberal no sea la predominante pero es, sin duda, la más acogedora por cuanto es la más flexible para coordinar factores plurales. Por ello es evidente que los matices diferenciales de Esperanza Aguirre no eran un estorbo sino una puerta abierta a las colaboraciones más amplias que parecen necesitar los asuntos públicos en estos tiempos.
 
Es muy triste, por todo ello, que una vocación política de esta categoría pase a la reserva. Pero es una dura demostración de cómo es nuestra vida terrenal en la que el espíritu, por fuerte que sea, está condicionado por soportes físicos y afectivos inseparables. Los políticos no son dioses sino seres de carne y hueso, voluntariamente capaces de riesgo y sacrificio mayores de los que soportan sus semejantes sin compromiso público. Pero sus límites personales y familiares son los mismos que los de los demás y están en su propia carne. Ni son eternos, ni invulnerables, ni insensibles. Por eso su tarea es el oficio más elevado cuando se ejerce con convicción y no como un vulgar "enchufe" a una corriente del momento. Aquí no hay ningún enigma ni Esperanza es ninguna misteriosa esfinge. Solo su propia humanidad al descubierto ha sido capaz de dejar huérfanas las muchas expectativas que despertaba su vocación política.
 
El premio Nobel Mario Vargas Llosa se equivoca cuando habla, en reciente artículo en "El País", de Esperanza Aguirre como una Juana de Arco liberal. Nos demuestra que sus propias tentaciones políticas de antaño han sido dominadas por su brillante imaginación literaria de hogaño. Esperanza no es una iluminada que escucha voces celestiales y cuyo destino de mártir es arder en la hoguera. Es una mujer con los pies en la tierra, con tacones o con calcetines, madre, esposa y amiga, como debe de ser una política que si no es realista es una quimera. No vive en el reino de los sueños ni tiene coraza para proteger su pecho. Su retirada merece ser comprendida sin especulaciones ni fantasías, como un gesto humano de sinceridad, tan claro como lo han sido  sus actuaciones en el campo de la política.


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Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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