El federalismo es la solución
viernes 02 de noviembre de 2012, 07:30h
Sí, el federalismo es la solución cuando no hay un problema. Y cuando
se dan los requisitos revolucionarios de "Libertad, Igualdad y Fraternidad". Por
supuesto entendemos por "federalismo" la definición clásica de las Ciencias
Políticas (y discúlpenme por la contradicción en términos que eso implica), en
el sentido de plantear una unión federal como la suma de unos territorios cuyos
habitantes ceden voluntariamente una parte de su soberanía (Libertad), y con
ella una parte simétrica de sus competencias (Igualdad) para ayudarse entre sí
echando una mano a los más desfavorecidos (Fraternidad).
Podríamos llamar a ese federalismo "sumativo", si no fuera porque la
RAE no acepta el término, ni tampoco lo recoge mi María Moliner, pero si el
"Dicionario da Lingua Portuguesa" dónde se define como "Relativo a soma ou
suma" y además "Que engloba ou resume dois ou mais elementos".
Disfruté en su día con "La balsa de piedra" de José Saramago, en cuyas
páginas se plantea una deriva oceánica de la isla ibérica desgajada de Europa.
Ese es el único federalismo coherente con un pensamiento de izquierdas; el
"federalismo sumativo". Ibérico, si no puede ser europeo. Pero nunca un
federalismo sustractivo cuya fuente de legitimidad sea recortar y limitar la
soberanía a unas élites gentilicias en función de una demarcación territorial.
Y tampoco, por supuesto, un federalismo asimétrico, engendro desequilibrado en
contra de dos de los términos del trinomio revolucionario de "Libertad,
Igualdad y Fraternidad".
Los estudios hechos sobre Iberismo por la Universidad de Salamanca y
el CIE de Sociología de Lisboa revelan, en el 2011, el apoyo de un 39'8 % de
españoles favorables a una unión ibérica y de un 46'1 % de portugueses. Sólo un
34'6 % de españoles se manifiesta en contra, así como un 30'4 % de portugueses.
Felipe II, para ser coronado como rey de Portugal prometió trasladar
la capital de la Península a Lisboa. Luego faltó a su promesa y se quedó cerca
de su amado Escorial. En una unión de Las Españas la capitalidad económica
siempre estaría en Madrid, por centralidad en un sistema radial de
comunicaciones y por inercias y sinergias empresariales, pero la política
podría estar en Lisboa, siendo el portugués otro idioma cooficial de esas
Españas, como el vasco o el catalán.
Por supuesto, eso implicaría una solidaridad económica para los
españoles; la renta per capita en España es de 30.412 dólares, y la de Portugal,
de 22.991 (estimaciones FMI para el
2012) Fraternidad. Unas competencias similares para los 18 territorios.
Igualdad. Y una soberanía ibérica común. Libertad. Ese podría ser un programa
ilusionante para la izquierda. Y coherente. Incluso desmontaría buena parte del
discurso sobre el nacionalismo españolista propio de radicales catalanistas o
abertzales.
Espero haber ilustrado con ese ejemplo el título del artículo: "El
federalismo es una solución cuando no hay un problema". Como en el caso de
Portugal y España. O de las 13 colonias inglesas como New Hampshire, Maine,
Massachusetts, Pensilvania y las demás. O como los Länder alemanes de Baviera,
Hamburgo et al.
Pero no fue una solución para la República Federal de Yugoslavia, que
implosionó cuando las psicopatías nacionalistas alentadas por un psiquiatra
como Radovan Karadzic asesinaron a miles de personas desplazando a miríadas de
refugiados en operaciones de limpieza étnica.
Ni tampoco fue una solución para las 15 repúblicas integradas en la
estructura federal de la URSS. Si nos sirve de ejemplo la independencia de
Estonia, Lituania y Letonia, Amnistía Internacional denuncia constantemente la
discriminación de los ciudadanos de origen ruso en estos territorios.
Me había propuesto no volver a escribir más sobre este tema; hay
muchos que lo hacen mejor y el asunto me aburre ya soberanamente (guiño). Pero
también me enervan, por usar un eufemismo, los políticos que nos toman por
idiotas y van de mesías de tierras prometidas. Artur Mas está jugando a ser Karadzic
para acabar siendo recordado en los anales (otro guiño). Pero tampoco ayuda
Pere Navarro con su defensa del derecho de autodeterminación, ni Rubalcaba
defendiendo un federalismo sustractivo, que en el caso español y con la
constitución en la mano es imposible. Decir lo contrario es pura ignorancia
sobre lo que es ese sistema o demagogia cuando se tienen demasiados complejos
para defender la soberanía de todos los españoles por igual. Tampoco los
nacionalismos periféricos, atrincherados en sus "hechos diferenciales" y
"caracteres históricos" aceptarían una unión simétrica. Un objetivo programático
del socialismo español no puede ser un ir a peor, a restar en vez de sumar.
Propóngase en cambio construir desde lo que ya tenemos; un "federalismo
sumativo". Así, en portugués.