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Esclavos del siglo XXI

Esclavos del siglo XXI

jueves 15 de noviembre de 2012, 14:19h
Hace unas semanas, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, decía en la sede del Consejo del Poder Judicial, en la entrega de los Premios del Observatorio de Violencia sobre la Mujer que, afortunadamente, la esclavitud había terminado hace mucho. Se entiende lo que quería decir, pero no es verdad. Ayer en una Jornada organizada por la Fundación de la Abogacía Española sobre la trata de seres humanos con fines de explotación, -"La legalidad en el cuarto oscuro"- se ponía sobre el tapete quiénes son hoy los esclavos y esclavas del siglo XXI y cómo los Estados -democráticos, sociales, de Derecho- siguen muchas veces mirando hacia otro lado. Hemos avanzado mucho, muchísimo, pero sigue habiendo traficantes de esclavos con armas poderosas, que manejan las redes -las informáticas y las otras- que comercian con personas, que anuncian sus actividades en los periódicos,  que tienen ingresos multimillonarios gracias a la compra de mujeres y de hombres y a su explotación sexual.

Y los gobiernos, al menos el español que es el que nos importa, no hacen todo lo que deberían en asuntos de tanta gravedad como éste. La defensora del Pueblo, Soledad Becerril se refería en esa jornada a estas mujeres de entre 18 y 32 años de media -también empieza a haber hombres- que vienen preferentemente del Este de Europa, del África subsahariana o de algunos países iberoamericanos, engañadas, con sus pasaportes retenidos y que son obligadas a prostituirse. El negocio crece. En 2009 se detectaron 6.157 personas en situación de riesgo. Ahora son ya cerca de 15.000 y sólo se detecta una de cada veinte víctimas... De ellas, apenas un millar acaban siendo víctimas detectadas. Y sólo unas 50 obtienen autorización de residencia. El resto son devueltas a sus países o viven en ese limbo en el que una persona -seres humanos, con iguales derechos teóricos que usted o yo- no existe legalmente. 

La mayoría no sólo están secuestradas y sufren la violencia de sus dueños, sino que saben que sus familias están amenazadas y no se atreven a denunciar a los traficantes. Hay un Plan de lucha contra la trata de seres humanos, que duerme en los cajones de algún Ministerio, como si las víctimas invisibles de este enorme, brutal, sucio y vergonzante negocio pudieran esperar. Falta desarrollar la Ley de Extranjería en esta materia para dar más papel a algunas ONGs que tratan  de cubrir lo que no cubre el Estado. Y la indefinición del marco de protección de estas personas hace difícil el proceso de identificación. 

¿Hemos acabado con la esclavitud en esta civilización moderna, social, democrática, libre, garantista... del siglo XXI? ¿Ya no hay traficantes que ganan millones explotando a seres humanos, violando sus derechos, disponiendo de su cuerpo y de su vida? Hay que sacar esta ilegalidad del cuarto oscuro, proteger a las víctimas y encerrar a los delincuentes. Para que acabe la esclavitud de verdad. Para permitirnos mirar de frente a sus víctimas y a nosotros mismos.

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