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Más bien algo menos que algo Más

Más bien algo menos que algo Más

domingo 18 de noviembre de 2012, 13:38h
Un análisis no excesivamente detallado de las varias encuestas que aparecían este domingo acerca de lo que puede pasar en las elecciones catalanas llevaría a la conclusión de que la Convergencia i Unió de Artur Mas -porque él es quien indiscutible y únicamente la lidera, para bien o para mal-no obtendrá la mayoría absoluta en las urnas. Y que incluso podría perder algún porcentaje de votos en relación con las últimas elecciones de 2010.

Personalmente me alegraría: el president de la Generalitat ha hecho una campaña llena de falsedades, de gritos airados y de lamentos victimistas 'contra Madrid' que nada bueno presagia si obtuviese todo el poder: su guerra personal contra el Estado, es decir, contra España, le llevaría, si el lunes 26 de noviembre no inicia su etapa de reflexión a fondo, al desastre. A él, a los catalanes y a todos nosotros.

Ocurre que no estoy tan seguro de que los resultados de CiU, que va a obtener una indiscutible victoria el domingo, vayan a ser todo lo decepcionantes para Mas que auguraban los últimos sondeos: aún podemos, los restantes españoles, seguir cometiendo errores de bulto, propiciando esa idea que los pujolconvergentes y los masconvergentes
quieren transmitir en el sentido de que las cloacas 'madrileñas' quieren tendeles una trampa difundiendo, precisamente ahora, los indudables casos de corrupción que jalonan la trayectoria político-económica de CiU. Aún tratarán también de aferrarse a la propaganda de que el Gobierno de Rajoy hará lo posible por impedir una anexión catalana a la UE que todos saben que es utópica: ahí estaba, el sábado en Cádiz, el propio Durao Barroso para subrayarlo sin ningún género de dudas, y no me extrañaría que en los próximos días se una alguna nueva voz europea a los gritos que quieren un 'stop' a la peligrosa quimera independentista.

Resulta imprevisible adivinar cómo reaccionarán los electores al cúmulo de estímulos, soflamas, panfleterío, ofertas engañosas, presiones y contrapresiones que están viviendo en la campaña electoral más falsaria -mírese desde todos los ángulos territoriales-que recuerdo haber contemplado en mi larga vida de comentarista político. Que existe un ansia independentista en un considerable porcentaje de los ciudadanos catalanes es una verdad como un templo: inútil desmentirla. Pero que también se da un importante número de catalanes contrarios a la secesión de España, aunque sea porque temen las consecuencias, es también un hecho cierto, y ningún dirigente sensato llevaría a su pueblo a una confrontación interna sin que una abrumadora, inmensa, mayoría de ciudadanos hayan expresado inequívocamente que desean dar un paso --¿adelante?¿hacia atrás?-tan radical.

Lo que Mas ha hecho, contando con la meliflua, ambigua y débil respuesta del que era hasta ahora el segundo partido en importancia en esa Comunidad, ha sido propiciar el enfrentamiento interno y externo. Sé que hay sondeos, no hechos públicos, que demuestran una tremenda desafección de los restantes españoles hacia 'los catalanes', y no solamente hacia algunos de sus dirigentes, y que no les importaría demasiado la marcha de Cataluña hacia otros horizontes. Ya sé que este pensamiento es una suma locura, pero lo cierto es que este estado de opinión, aún minoritario, existe. Como existe un enfrentamiento entre empresarios o medios de comunicación de ambos lados de la ficticia 'muga'.

Desde que Jordi Pujol se lanzó por los caminos del desatino, lo cierto es que Cataluña ha tenido muy deficientes y nocivos presidentes de la Generalitat. Comenzando por el Maragall que se empecinó en un Estatut -increíblemente apoyado por el Gobierno de Zapatero-que para mí es inconstitucional, siguiendo por el Montilla del tripartito -también
sustentado por Zapatero-y, ahora, con este Mas empecinado en hacer bueno a aquel Ibarretxe del que ni siquiera en su partido, el PNV, quieren saber nada.

Triste destino el de los que se empecinan en asomarse al abismo apoyando a visionarios que les insuflan el orgullo de sentirse el pueblo elegido. Qué quieren que les diga: uno, al final siempre optimista, confía en que la verdadera jornada de reflexión, que durará meses, no sea la del próximo 24 de noviembre, sino la que debe comenzar ya en la noche del 25, con los resultados, y quién sabe si con la realidad, en la mano.

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>> Lea el blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>
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