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Las batallas que elegimos, la victoria que buscamos

Las batallas que elegimos, la victoria que buscamos

martes 27 de noviembre de 2012, 08:01h
España tomó una serie de malas decisiones encadenadas hace 33 años y las plasmó en una Constitución que, entre otras derivas, inventó un título VIII autonomista que no podía funcionar en el largo plazo.

Lo que se hizo fue creer que dando a todas las regiones lo mismo que a las autonomías históricas se diluirían así sus ansias independentistas y se implementó la política del café para todos. Si aquello fue un error, otro no menor fue permitir que el sistema fiscal no fuera el mismo para todos y otorgar a vascos y navarros unas ventajas fiscales, amparadas en la legislación foral, que solo podían que soliviantar, antes o después, a alguna autonomía.

Sin embargo, el más grave de todos los errores cometidos ha sido no haber reformado la Constitución durante 33 años y subsanado esos y otros errores.
Mas, de quien siempre me ha gustado su concepto de servicio a la ciudadanía y su sentido de la responsabilidad, basó su estrategia política en la ya anterior legislatura autonómica en una vindicación originariamente de ERC y que caló con facilidad en la ciudadanía catalana de manera transversal: 1) Los catalanes damos más de lo que recibimos (siendo una falacia porque no pagan impuestos los territorios -eso eran los tributos feudales- sino los ciudadanos, lo cierto es que hay algo, mucho o poco, de verdad en el enunciado) 2) Vamos a exigir un Pacte Fiscal que arregle esa situación. Cuando el presidente Rajoy se niega ni tan siquiera a discutirlo, haciendo gala una vez más de su extraordinario olfato  ejecutivo, el leit motiv del gobierno Mas se desvaneció.

Extraviados ambos gobernantes en una crisis que uno no sabe manejar por incapacidad y el otro  por la magnitud del endeudamiento PIB autonómico soportado desde el gobierno central, Mas y sus asesores llegan a la conclusión de que la fruta ya está madura y solo resta mover el árbol: el cabreo catalán por el rechazo a su Estatut d'autonomía, la humillación de casi cuatro años del tribunal constitucional, la manifestación de la diada, el caldo haciendo chup chup desde antes del cobarde e injusto "Pujol, enano, habla castellano" y el no rotundo y definitivo a un Pacte Fiscal que no se aleja mucho del foral vasco les llevaron a esa interpretación. Pero se equivocaron.

Poco a poco he ido viendo como los catalanes no independentistas empezaron a levantar la mano y decir, perdone, es que yo no estoy de acuerdo. Se lo he oído a amigos privados que los había creído proindependentistas y a famosos o celebridades de diversos ámbitos de quienes tampoco lo habría esperado o supuesto. La pelota del no a la independencia -lo que no supone en absoluto que sean partidarios del centralismo o del PP- fue creciendo. Lara advirtió de que trasladaría la sede de Editorial Planeta (por cierto, hoy en el antiguo edificio de Banca Catalana, financiera del independentismo del President Pujol) y Coca Cola, de manera más confusa, dijo algo parecido.

Periodistas, intelectuales, cantantes de rock, DJ's, jóvenes, viejos, amas de casa, empezaron a decir que esto de la independencia era fer-ne un gra massa (excederse, pasarse).

El resultado del plebiscito, pues tal era, ha mostrado una pérdida de confianza del electorado en las propuestas de Mas i CiU: su facción más independentista se ha ido a ERC y su base no independentista se ha polarizado y ha beneficiado a Ciutadans, algo al PSC y poco o muy poco al PP. Aunque, finalmente CiU (50 escaños) y ERC (21) son una mayoría excepcional independentista mal que nos pese.

El leit motiv de CiU esta legislatura solo puede ser Independencia y si llega a un acuerdo -que llegará- con los nada sensatos de ERC, esta será la nueva bandera hasta el referéndum o nuevas elecciones. Creer que podría pactar con el PPC, tal como sugería el lunes la Sra. Camacho en El gato al agua, es no haber entendido nada ni del problema ni de los políticos ni, desde luego, de los votantes.

Hay que saber qué batallas evitar para poder volver a luchar mañana. La batalla del independentismo acaso se gane algún día, pero esta batalla ha retrasado la meta.
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