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La división interna de Cataluña

La división interna de Cataluña

martes 27 de noviembre de 2012, 17:31h
La propuesta separatista del catalanismo enfrenta dos problemas morales de consideración. El primero refiere al reconocimiento o no del derecho que tiene el conjunto de la sociedad española sobre el conjunto del territorio español. Desconocer esta parte del problema es colocarse del lado del nacionalismo más peligroso, del que Europa adquirió ya funesta memoria. En el fondo, es el encumbramiento de la adoración a la propiedad privada: el pedazo del territorio en el que habito es exclusivamente mío y de nadie más (algo que puede ser mi casa, mi municipio o mi comunidad). El bien común nada tiene que decir al respecto.

Pero ahora quiero referirme al otro problema moral que presenta el independentismo en Cataluña: la evidencia de que la propuesta de separación del resto de España significa el desgarramiento interno de Catalunya. Las proclamas de los separatistas pretenden ocultarnos este problema superlativo. Según Artur Mas, por ejemplo, su representación política no sólo es producto del juego electoral, sino que es esencialista: representa los anhelos del "pueblo" catalán. ¿De dónde obtiene Mas que todo el pueblo catalán es separatista? La primera respuesta es obvia: del hecho de que hay como dos millones de votantes que parecen serlo. Por eso, algunos comunicadores sensibles, se muestran asustados por esa evidencia. Pero veamos el asunto más de cerca.

El censo electoral de Cataluña es de algo más de cinco millones de personas, del que en esta oportunidad han votado algo más de los dos tercios. Si comparamos los votos que han apoyados partidos independentistas con el censo electoral, los primeros no alcanzan el 40% del total. Y si lo comparamos con el conjunto del voto emitido, no alcanzan el 60% del mismo. Es decir, no hace falta ser Weber para darse cuenta que el tema del independentismo divide a Cataluña prácticamente por la mitad. Y ahí es donde aparece el problema moral: ¿un asunto tan dramático como la ruptura con España merece la pena, aunque con ello produzcamos un desgarramiento interno tan radical en Cataluña?

Ese problema moral tiene su traducción en términos procedimentales. ¿Tiene sentido un referéndum que decida por simple mayoría la separación o no de Cataluña? El mínimo sentido común daría una respuesta rotundamente negativa. Una decisión de ese porte sólo debe hacerse por mayoría cualificada. Algo que definitivamente no es hoy posible en Cataluña, a menos claro está que se juegue la carta del abstencionismo; algo que tampoco sería moralmente válido: sólo con un nivel de votación importante sería legítimo adoptar una decisión de tal naturaleza. Es decir, plantear hoy un referéndum con estos antecedentes resulta completamente irresponsable.

Pero entonces cabe preguntarse por cual es la razón de fondo de que hoy la cuestión independentista divida radicalmente Cataluña. Obviamente, que por razones históricas, sociológicas y económicas. Después de muchos siglos de relación, una identidad cultural deja de ser la única causa de la pertenencia. Por ello resulta un error dramático tanto el desconocimiento de la genuina identidad cultural catalana, como el aferramiento a esta vieja identidad cultural como único factor de pertenencia. Como ya dije, ha sido el marxismo clásico británico quien ha examinado más a fondo el riesgo que supone colocar la cuestión identitaria por encima de la cuestión social. Y hoy el asunto es que hay demasiados catalanes repartidos por el resto de España y demasiados españoles en Cataluña, que no se identifican con esa vieja identidad, o que la hacen compatible con su identidad española. La propuesta independentista trata de ocultar esta evidencia social, haciéndonos pensar que tiene la razón moral, cuando es evidente que sólo un falseamiento de la realidad contribuye a su causa.
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