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La gran burbuja político-mediática

La gran burbuja político-mediática

domingo 02 de diciembre de 2012, 14:08h
Lo que ha ocurrido en Catalunya, a propósito de les recientes elecciones autonómicas, es que ha estallado, por fin, la burbuja político-mediática. La responsable del llamado "oasis catalán", una nefasta ficción que durante decenios ha enmascarado la realidad catalana.
 
Este contubernio entre política y periodismo se inició en tiempos del president Jordi Pujol, hábil tejedor de complicidades entre ambos mundos, y ha continuado hasta ahora sin que se vislumbre su final, pese a este desenmascaramiento puntual. Por aquello de estar en un país pequeño, en que todos se conocen , en que los intereses se entremezclan y la alentada necesidad de hacer frente a un común enemigo exterior: el centralismo del Estado.
 
El "oasis catalán" era muy cómo para los políticos, pero prostituía la función periodística. El nuevo director interino de Le Monde advertía, precisamente estos días, del necesario distanciamiento entre políticos y periodistas. Cada cual en su sitio y con su misión. El no haber ocurrido siempre así, ha llevado a la perplejidad y a la desorientación generalizada ante un resultado electoral no previsto. Y, en consecuencia, a la dificultad de sacar conclusiones serias, y, en último término, a tomar decisiones políticas certeras para encarar bien el futuro. Todo se ha movido en un mundo de gran ficción.
 
Que un líder como Artur Mas, que gozaba de una posición política bastante estable para gobernar, un buen o mal DIA, se deja deslumbrar por el espectáculo de una gran manifestación popular, a través de una mala lectura de la misma, y quiera erigirse en milagroso redentor de su pueblo, y acabe siendo derrotado en su empeño y retroceda en representatividad, se explica en buena medida, por el espejismo de aquel contubernio político-mediático.  
 
Creo que ha sido el ponderado periodista Luís Foix quien ha afirmado que Artur Mas y CiU "se han creído su propia propaganda". Con unos medios de comunicación públicos a su servicio (TV3 principalmente), y muchos de los privados subvencionados (en primer lugar La Vanguardia), era fácil caer en esta confusión. Sobretodo si, además, su propia empresa encuestadora, le cantaba una victoria casi rotunda. Como escribe el sociólogo Manuel Castells, con "la influencia decisiva de los grandes partidos y grupos empresariales sobre los medios de comunicación, se puede entender la autocomplacencia de una clase política que cree tener todo atado y bien atado". Las urnas han demostrado que no.
 
Los refutados adversos han derrumbado el tinglado y difuminado mucho una ilusión amplia pero no mayoritaria sobre la que Artur Mas quiso cabalgar -sin calcular los riesgos para él y para el país- para llevar a la multitud imaginada en la travesía del Mar Rojo hacia la tierra prometida de la independencia.
 
Y es oportuno recordar a los profesionales del periodismo una advertencia del director de Le Monde Díplomatíque. Ignacio Ramonet alerta del peligro de la "censura democrática" que se produce en los medios de comunicación "mediante la asfixia y la sobreabundancia de información". "No hay ninguna institución -añade- que no tenga su propio sistema de comunicación, lo que provoca que los periodistas no estén en contacto directo con lo que sucede en la realidad, sino con la información que las instituciones quieren transmitir",
 
Si los profesionales y los medios no saben, no pueden o no quieren zafarse de estas tentaciones y servidumbres, y continúa el contubernio político-mediático, seguiremos en un irreal "oasis catalán", con las consecuencias de desorientación general de la opinión y con las dificultades de interpretación de la realidad por los políticos y, por tanto, de gobernabilidad. Es el panorama que un arrebato personal de ambición mesiánica nos ha dejado.
 
Una burbuja político-mediática ha estallado.
 
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