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La gestión de lo público

La gestión de lo público

jueves 06 de diciembre de 2012, 16:19h
Tenemos una sanidad excelente, con unos médicos y un personal sanitario excelente y unos hospitales bien  dotados técnicamente. Pero todo ese sistema es caro, cada vez más, porque la esperanza de vida aumenta, los tratamientos son más complejos, y salvan más vidas. ¿Hasta dónde podemos permitirnos eso o hasta dónde tenemos que garantizar su supervivencia? Sanidad, educación y justicia son tres pilares del Estado del Bienestar y del Estado de Derecho que deben tener soporte público. Sin duda. Hay que garantizar el acceso y la igualdad de los ciudadanos a todos ellos. Pero también su máxima eficiencia porque los pagamos todos con nuestros impuestos  La sanidad es eficiente, pero deficitaria; la educación, deficiente en todos los aspectos; y la Justicia, tal vez el peor de todos y más ineficiente, aunque nunca ha tenido los recursos que sí se han invertido en sanidad y educación. La Justicia ni quita ni da votos. Hasta ahora.

¿Qué debe exigir un ciudadano de un servicio público? Que funcione eficientemente, que sea accesible a todos y que no nos cueste un euro más de lo necesario. No entiendo esa guerra contra la gestión privada de lo público. Primero, porque se ha demostrado hasta la saciedad que la Administración pública es más ineficiente que la empresa privada. Segundo, porque hay experiencias suficientes para saber si la gestión privada de lo público funciona o no. Tercero, porque debe haber controles, y nada impide ponerlos, que demuestren si esa gestión es buena o mala, perjudica o beneficia a los ciudadanos y es de calidad o no.

Lo que no hay en ningún caso en la Administración pública son mecanismos de evaluación de los colegios, los juzgados, las Universidades o los centros sanitarios, por ejemplo. Ni, en la mayor parte de los casos, libertad para elegir el que tú quieres o para cambiar a otro, si no estás satisfecho con el que te asignan. A mí me gustaría saber si un hospital funciona mejor que otro, tiene menos listas de espera, es eficiente o ineficiente en el gasto, qué satisfacción tienen sus pacientes y los profesionales que en ellos trabajan, etc. Y eso es fácil. Y comparar esos datos con los que funcionan con gestión privada. Sólo con datos y con conocimiento se pueden mantener opiniones en uno u otro sentido.

En Barcelona funcionan desde hace años de forma combinada, los centros de la Seguridad Social, municipales, mixtos y concertados. Y hasta clínicas de primaria gestionadas por sociedades profesionales de médicos. Y nadie hasta ahora se ha sentido amenazado. En Valencia,  la experiencia de gestión privada también lleva años funcionando. En Andalucía, con gobiernos socialistas, hay al menos diecisiete centro públicos con gestión privada desde hace mucho tiempo y sin protestas. Y en Madrid está la experiencia de Móstoles, Torrejón, Valdemoro y el Juan Carlos I, sin que sepamos que sus pacientes tardan más en ser atendidos, están obligados a curarse solos o tienen que llevar sus medicinas al hospital. Sólo con datos es posible acabar con la demagogia y con esa falsa divinización de lo público frente a lo privado: O al revés. Y con mucho diálogo, explicando bien lo que se quiere hacer y llegando a acuerdos con todas las partes.

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