La copita de Navidad con Rajoy

Estaba el presidente en esta ocasión muy amable con los chicos de la prensa, congregados en la tradicional 'copita' de Navidad en La Moncloa. Le dije que, con la que está cayendo, él es el español menos envidiable en este país envidioso, y se encogió de hombros; le pregunté si conseguía dormir, con la que tiene encima, y me respondió que "perfectamente". Un compañero, a mi lado en el corrillo, quiso saber si era optimista y reconoció, galaico, que "hombre, optimista, lo que se dice optimista...". 

Pero eso sí, nos repitió que, ya desde finales de este 20013 tan temible, empezarán a verse las cosas de otra manera -y en 2014, francamente mejor, sugirió--. Y admitió que la sintonía con Pérez-Rubalcaba es buena, sobre todo en lo que respecta a lo que pueda ocurrir en Cataluña. El hombre tranquilo parece satisfecho con las reformas emprendidas y consumadas, ahora que se va a cumplir el primer año de su mandato, y me parece que descarta sorpresas: temo que nos quedaremos decepcionados quienes, pese a todo, pensamos que, en su comparecencia 'formal' ante los medios, el próximo día 28, Rajoy pueda comunicar alguna noticia importante.

El sigue defendiendo a sus ministros más atacados -por defender, defiende hasta las tasas judiciales incrementadas por Ruiz-Gallardón, que ya es defensa-y sus adláteres niegan tajantemente que este primer aniversario en La Moncloa se vaya a ver jalonado por alguna remodelación ministerial, por un pacto de Estado de dimensiones imprevistas o por cualquier otra sorpresa política; Mariano Rajoy, pese a sus contradicciones, forzadas por lo que todos sabemos y por quienes todos sabemos, sigue siendo un hombre a quien difícilmente veremos vestido con una chaqueta de cuadros llamativos o con una camisa de colores vivos. Para bien o para mal, es el de siempre. Y ahí estaba, como muchos de sus ministros, mezclado, en la copita de Moncloa, con los periodistas a los que presume de no haber dado un solo titular espectacular, sin darse cuenta de que el titular es precisamente ese: que, aunque tanto se lo reclamamos, siga evitando dar un paso político que haga la portada de hasta el muy reticente New York Times.

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