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Feliz año dos mil doce más uno

martes 01 de enero de 2013, 10:48h
Feliz año dos mil doce más uno

Bueno, por fin se acabó el fatídico 1012 que, para ser bisiesto y tener un día más se nos ha hecho interminable. Ojú, qué año más largo. Vamos a ver, yo no quisiera ser agorero pero tal y como están las cosas me da a mí que el año que acaba de empezar trae unos presagios de mala suerte que no se los salta un galgo. Por lo pronto sus dos últimas cifras, no hace falta que se las recuerde, son doce más uno, lagarto, lagarto. Además comienza en martes y ya dice el refrán español aquello de que en trece y en martes, ni te cases ni te embarques. Vamos, que es como para cogerse una papa monumental en la noche de San Silvestre y no despertar hasta el 31 de diciembre próximo a ver si los 364 días han pasado en un abrir y cerrar de ojos sin tantas penurias como nos dejó el año que se despide. "Tijeritas" Rajoy afirma que en el ultimo trimestre de este año recién inaugurado comenzaremos a ver la luz de salida del largo túnel en el que nos metió Zapatero.

Yo, qué quieren que les diga, no me creo de la misa la media y estoy bastante seguro de que el próximo mes de diciembre volveremos a escuchar eso tan manido de que los españoles comenzamos a superar la crisis y que en 2014 iniciaremos de nuevo el despegue y comenzará a reducirse el paro. Ilusos, como dijo en su día el todavía presidente del Sevilla, José María del Nido, "lo peor está por llegar". Al tiempo. Mientras, seguiremos rascándonos el bolsillo con las subidas de impuestos, de la luz, del agua, del gas, de la gasolina, de los transportes, el recorte de los sueldos y el fantasma de la quiebra definitiva del llamado estado del bienestar o sea de la ruptura de la ya casi vacía hucha de las pensiones.

Políticamente, el año en Andalucía se puede resumir en un "más de lo mismo". Aunque el PP ganó las elecciones de marzo, aquí siguen gobernando los de siempre, los que ya llevan en el cargo más de tres décadas sin que los andaluces sean (seamos) capaces de pedirles cuentas de su gestión, de sus corruptelas y de sus enjuagues, mientras el paro sigue creciendo a ritmo progresivo y alcanza ya a más de uno de cada tres andaluces en edad de trabajar. Definitivamente ni eso ni el que los Gobiernos de Chaves y Griñán hayan dilapidado miles de millones de euros en pagar con dinero público unos EREs fraudulentos parece contar para un pueblo sumido en la sumisión (valga la redundancia) más absoluta al PRI andaluz. Lo peor es que a ese "más de lo mismo" hay que sumarle ahora la llegada al poder de unos nuevos inquilinos, IULV-CA, ávidos de ocupar puestos y sillones y de olvidarse cuanto antes de sus críticas al Gobierno que comparten.

Con Diego Valderas como el paladín defensor de su jefe Pepe Griñán, la llamada izquierda ha caído en sus niveles más bajos de credibilidad. Y con estos mimbres y con el creciente desprestigio de Alfredo Pérez Rubalcaba, el presidente de la Junta piensa ahora más en Madrid que en Sevilla. Había un dicho en la preautonomía que afirmaba: "Si el andaluz rico piensa en Madrid (donde reside el poder) y el pobre piensa en Barcelona (como meta de la emigración), ¿quién piensa en Andalucía?". Ahora habría que decir: "Si Griñán piensa en Madrid y Rajoy en Barcelona, ¿quién se preocupa de Andalucía?". No es de extrañar que el jefe del Ejecutivo andaluz en su discurso de fin de año se dedique a hablar de federalismo y otras pamplinas sin que le preocupe lo más mínimo el millón trescientos mil parados de su comunidad. Es lo que hay y lo que nos merecemos.

Pero no pensemos ahora en ese futuro oscuro que nos espera y acabemos como mejor podamos las entrañables. Espero que esa cena de fin de año haya cumplido todas sus expectativas y aunque el choppeppork haya sustituído al jamón de Jabugo, las gambas arroceras a los langostinos tigre, la mortadela al pavo trufado, la sidra El Gaitero al Moet Chandon y los polvorones al marrón glacé, lo importante es que todos nos hagamos propósito de enmienda y nos olvidemos durante unas horas de la "puta crisis" para afrontar un futuro algo más esperanzador. La ceremonia de las doce uvas (en mi caso doce aceitunas rellenas por aquello de hacer patria y porque soy diabético) se vuelve a llenar de buenos deseos y felicidad al son de las campanadas de la Puerta del Sol y a la tos atragantada de la parienta quien, pese a haberse tirado media hora pelando las uvas y quitándole las pepitas, sigue montando el numerito de todos los fines de año. En fin, que arrancamos el doce más uno cruzando los dedos para que esto mejore. Yo es lo que le deseo a todos mis lectores, que traten de ser lo más felices que el panorama les permita y que no olviden que el dinero no da la felicidad...simplemente la compra.

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