Los años peores

Sé que es mero convencionalismo. Que algo hay que decir. Pero esta vez me he negado a felicitarle a nadie el 2013. No me lo van reprochar, seguro. Pero honestamente no podría yo mirar a la cara a todas las personas a las que felicité el 2012. Mucho menos sostenerles la mirada. Esas cosas no se tienen en cuenta. Pero basta con acordarse de los deseos de felicidad formulados aquel 31 de Diciembre - en persona, por sms, wasapp, teléfono, e mail, Facebook, twitter- y compararlos con la cruda realidad vivida los doce meses siguientes para concluir que mejor no crear expectativas y reformular el espíritu de la Navidad. La mayoría de la gente que conozco se ha empobrecido este mal año que hemos abandonado, trabaja menos o ha dejado de trabajar. Siempre, por su puesto, muy en contra de sus voluntades. Por no contar a quienes dudan que puedan conservar su empleo en los próximos meses.  Y además cada vez sentimos con más agudeza que se empieza a desmoronar el sistema social que construimos trabajosamente para protegernos ante las adversidades y para auxiliar  a los más débiles entre nosotros. Esta sociedad se parece cada vez menos a la que soñamos y hay que empezar a sustituir el concepto y los deseos de felicidad por el más prosaico de supervivencia. Por eso solo se me ocurre felicitar a la gente por el cumpleaños. Da igual el día en que se nació. Lo cierto es que al acabar el maldito 2012 hemos cumplido un año más todos. Y cabe felicitarse por haberlo vivido y, sobre todo, por haberlo resistido.

El número 163 del mejor Cambio16 de Juan Tomás de Salas, afrontaba el año 1975 con igual desesperanza, desazón y malos augurios que los que siento ahora con un genial y sugerente  titular de portada: "Feliz año peor". El anciano dictador Franco seguía en su puesto y gozaba del nefasto ejecutor Arias Navarro como presidente del Gobierno. No se veía salida al régimen ni a las ansias de todo un país por alcanzar, por fin, la libertad.Son otros los tiempos y estamos, no hay comparación, mucho mejor que hace 38 años. Pero como entonces la desazón nos invade y la desconfianza en el futuro es la más fuerte de todas las previsiones posibles. Y tampoco está el personal como para hacerle juegos de palabras. En aquel tiempo acostumbrábamos a leer entre líneas, a jugar con el doble sentido de las palabras y las frases. Hoy hablar de peor es repetir la letanía de tantos días y meses en los que conocíamos un nuevo dato, una nueva previsión, un nuevo mal augurio. Quizás es abundar en el calificativo más repetido en los análisis de todo un año. Más que confianza habrá que hablar de fortaleza. La que tienen todos los que acaban de cumplir años porque la sola resistencia, doce meses más, les ha hecho más fuertes. Y esa es la mayor garantía para afrontar el futuro.

Aunque siempre quedará la esperanza. Como en la mañana del primer día del recién llegado 2013 en el primer concierto del año en Viena. Un vals tras otro, her Franz Welser- Möst, se iba consumando como el director más sieso y hierático que se recuerda al frente de la Filarmónica en el tradicional Concierto de Año Nuevo. Pero al final, tras ejecutar algún que otro movimiento de Verdi y de Wagner, el circunspecto pero eficaz director austriaco decidió ir premiando con muñecos de peluche a sus músicos más distinguidos y hasta se permitió la broma de dirigir el Danubio Azul con un gorro de cocinero sobre los rizos de su amplia cabellera y utilizar un largo cucharón de madera en sustitución de la batuta. A esas horas iniciales de un nuevo año, en los que anda uno buscando algún que otro signo de lo que pueden traernos los próximos doce meses me lo tome como un presagio. ¿A ver si va a ser verdad el discurso oficial y si  nos portamos bien, como los ilustres profesores de la Filarmónica de Viena, al final tendremos premio? La música siempre nos trae felices sueños. Y además, cabe recordar que aquel "año peor" que nos felicitaba Cambio16, el del 1975, acabó con la muerte de Franco y el comienzo del gran cambio del país. ¿Sucederá así todos los años peores?