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Nos asfixiamos en catalán

Nos asfixiamos en catalán

miércoles 16 de enero de 2013, 12:39h
Hay quien pretende tomarse algunas cosas a broma, quizá en un intento de escapar a la dura realidad. Creo que yo no figuro entre esos, y pienso que lo que está ocurriendo entre las instancias oficiales de Cataluña y el resto de España comporta un duro riesgo de fraccionamiento moral, más que de secesión territorial. Así, dice Artur Mas, el president de la Generalitat catalana que más titulares acapara en la prensa de todos los colores, que el Gobierno quiere "asfixiar" a Cataluña tras haber recurrido ante el Constitucional el euro por receta. Será que el molt honorable president sigue la senda pulmonar iniciada por su portavoz, Francesc Homs, quien aventó, como reacción al citado recurso 'de Madrid' contra el euro por receta, una
frase que se hará célebre: "algún día dirán que respirar en catalán es inconstitucional".

Ignoro cómo se respira en catalán, o en euskera o en francés, pero no me negará usted, querido lector, que no se pueden evidenciar más cosas en apenas nueve palabras: el victimismo porque sí, los viejos resquemores, la palabrería al uso en la política y...la nada. Sí, porque la nada es la respiración 'en catalán'; yo pensé que, al menos, catalanes-oficiales y resto de los españoles compartíamos el aire que respirábamos, que no sabe de idiomas ni de franjas en una bandera. Pero no: ya se ve, a través de Homs y de su jefe, que los españolazos lo que pretenden es apoderarse del aire, ahogar a los catalanes y que todo el mundo respire en castellano. Ahí queda eso: ya no es solamente la guerra de las banderas y del idioma. Es una guerra, la de Mas, por tierra, mar...y aire.

Ya sé que se están diciendo muchas tonterías en estos tiempos, y probablemente no sólo en Cataluña, aunque, reconozcámoslo, más aquí que en otras partes de la nación que sigue llamándose España. Para reconducir un problema, lo mejor es, antes que nada, hacer un diagnóstico apropiado de la situación. Cargar las tintas y exagerar en los tintes supone, sin duda, lo peor que ahora se puede hacer, porque, con tanta amenaza de asfixia, hasta habrá quien se olvide de inhalar, con lo cargado que se está poniendo el ambiente. Casi irrespirable, ya digo.

Artur Mas tendrá que dialogar con esos a quienes juzga, por lo visto, ladrones de 'su' aire, y el mal portavoz a quien ha promocionado habrá de atenerse algún día, no lejano, a la realidad, acogiéndose ambos a un clima de serenidad y diálogo. Porque la Generalitat habrá de negociar, más pronto que tarde, con las estructuras del Estado, y esa 'cumbre' entre Rajoy y Más prevista para los próximos días tiene forzosamente que dar mucho mejores frutos que el desencuentro protagonizado por ambos inmediatamente después de la nefasta 'Diada' del pasado 11 de setiembre. De momento, el hasta ahora irreductible Mas ya va dando pequeños pasos atrás, retirando muchos brindis al sol soberanistas y abriendo la puerta a que la famosa consulta secesionista que preconiza no tenga efectos jurídicos. Confío en que, del lado de acá -que, por supuesto, es el mío-también se insista en los factores que posibiliten la negociación, porque es posible hallar, en esta espinosa cuestión que nos envenena, un terreno de encuentro. Un terreno abrigado, resguardado, para que no todo se lo lleve el viento, hable este el idioma que hable.

Ah, y por cierto: en mi muy humilde opinión, el euro por receta es, cuando menos, injusto y no respeta el principio de la igualdad de trato para todos los españoles. Es decir, que resultaría inconstitucional, tanto en Barcelona como en Madrid, se diga en la lengua que se diga.


>>El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>
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