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La primera estación del viacrucis

La primera estación del viacrucis

miércoles 23 de enero de 2013, 19:04h
Las seis de la tarde de este 23 de enero serán recordadas en los anales de la historia política de este país por dos hechos. Uno, por la declaración solemne del Parlament de Catalunya "de soberanía y del derecho a decidir" por una amplia mayoría del 63 por ciento de los diputados. Y dos, por la fractura abierta en el seno de los socialistas catalanes, cada vez más desnortados.

Los socialistas se quedaron solos en su propuesta alternativa del derecho a decidir con permiso del gobierno español, una fórmula improvisada para no soliviantar al PSOE y salvar la cara a la vez frente a la adscripción españolista a la que sin duda se les abocará, compartiendo ese honor con el PP y Ciutadans. Luego, cuando se votó la resolución consensuada por CiU, ERC e ICV, cinco de los diputados socialistas más catalanistas prefirieron no votar para no romper la disciplina de voto y manifestar de otro modo su desmarque de la posición oficial adoptada por el partido liderado por Pere Navarro. Destacados ex consellers que ya no son ni diputados como Joaquim Nadal y Montserrat Tura, jalearon desde Twitter su simpatía por el proceso emprendido hoy por el Parlament.

Convergència i Unió, los dos partidos de la coalición sin reserva mental alguna, sacaron adelante la declaración que habían consensuado con Esquerra Republicana y previo retoques también con Iniciativa per Catalunya-Verds. Las CUP, más radicales y asamblearias, dieron un apoyo crítico con un voto a favor y dos abstenciones. En total, 85 diputados a favor (63 por ciento de la cámara), dos abstenciones y 41 votos en contra. Aquí se juntaron Partido Popular, Ciutadans y la mayoría del PSC, o sea los que votaron.

¿Qué dice la resolución que ha levantado tanta polvareda? Pues que "el pueblo de Catalunya tiene, por razones de legitimidad democrática, carácter de sujeto político y jurídico soberano". Y que, como tal, ejerce su derecho a expresarse. ¿Cuál serà la próxima estación de este viacrucis de final incierto? Plantear al gobierno de España la autorización para que el pueblo de Cataluña exprese libremente y democráticamente qué camino quiere seguir en el futuro, si seguir perteneciendo a España o si separarse y constituir un nuevo Estado de Europa. Un proceso en el que la resolución aprobada garantiza que "el ejercicio del derecho a decidir será escrupulosamente democrático, garantizando especialmente la pluralidad de opciones y el respeto a todas ellas, a través de la deliberación y diálogo en el seno de la sociedad catalana, con el objetivo de que el pronunciamiento que resulte sea la expresión mayoritaria de la voluntad popular, que será la garante fundamental del derecho a decidir".

Ya sabemos que la respuesta de Rajoy a Artur Mas, cuando acuda a negociar la segunda estación del proceso, será que no hay que decidir y que, por tanto y a la luz de la legislación vigente, que la Generalitat se ocupe de gobernar y de salir de la crisis, que Cataluña no va a poder decidir nada. 

Aquí se abre la incógnita de qué arrestos tendrá el presidente y el gobierno de la Generalitat para continuar con la propuesta de referéndum (legal) o de consulta (alegal o no vinculante) si es que incluso ésta puede llevarla a cabo.

¿Què planes B guardan celosamente Moncloa y plaza Sant Jaume? ¿Se dejará llevar Rajoy por los radicales que invocan al ejército y que claman por una intervención pura y dura, o sea la suspensión de la autonomía catalana? ¿La persecución por la vía penal incluso? ¿Cómo reaccionaría la clase política catalana y la ciudadanía más sensibilizada ante tal tesitura? Y al menor asomo de mano dura y tentetieso, ¿seguirá adelante Mas con su hoja de ruta? Me consta que sí, que ha empeñado su honor y su credibilidad en cumplir con el mandato electoral. No olvidemos que aunque Mas y CiU no obtuvieron la mayoría excepcional que reclamaban sí que el conjunto de partidos que tenían el derecho a decidir como una prioridad rozó los dos tercios de los escaños. De modo que legitimidad para conducir el mandato popular, toda. Prudencia y tino, también los necesitará. Pero claudicación o cobardía, ninguna.

Es posible que las circunstancias lleven a que ningún día puedan contarse cuántos catalanes quieren autodeterminarse y cuántos no. De momento, en el Parlament, se han echado las primeras cuentas, que coinciden casi miméticamente con los dos tercios de catalanes que, según las encuestas, defienden poderse expresar en las urnas sobre si quieren ser o no españoles.

Desde hoy, la reivindicación del derecho a decidir no es sólo una pretensión quimérica o una promesa electoral, sino una reclamación oficial y solemne. Soberana. Y no de un solo partido. Artur Mas ya no pilota él solo la navegación sino que tiene otros partidos que le acompañarán en la singladura. Cualquier frenazo al proceso ya no depende sólo del president.


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