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¿Duele España?

¿Duele España?

domingo 27 de enero de 2013, 10:26h
Aquí pasé mi infancia, conseguí a mis amigos, amé por primera vez y lloré por última. Aquí aprendí a sumar y a leer y estudié una carrera, gané mi primer salario y declaré mis ingresos aportando mi parte. Entre estas gentes están los referentes que me identifican. Por supuesto, siento cosas por la sociedad en la que vivo, una sociedad llamada España que bien podría estar en Pernambuco o en Sebastopol igual que está en esta piel de toro: para mí España somos nosotros y nuestros carácter, talento y logros poco tienen que ver con la tierra que hollamos, mas sí en cómo lo hacemos.

Cuando veo a otro ser humano, me reconozco en él. Cuando veo a otro europeo, me reconozco en él. Cuando veo a otro español, me reconozco en él: sus vicios son los míos y aprecio sus virtudes deseando tenerlas también en común. Si aumento la lupa me reconozco en otro castellano y en otro salmantino y en otro vecino de la Plaza Mayor y en otro Pascua del tercero izquierda. La medida, sin embargo, me parece que está en España. Si España es el metro, Europa es el hectómetro y la humanidad el kilómetro; de la misma forma que Castilla sería el decímetro, Salamanca el centímetro, la Plaza mayor el milímetro y mi familia el miriámetro. Ninguno predomina, cada uno tiene su función: a nadie se le ocurriría medir una autopista en milímetros ni el grosor de un átomo en metros.

Escucho a Lluis Llach y su Estaca es la mía. Sabina me muestra mi lado canalla y Machado me dice que somos un olmo reseco capaz de foliar cada abril. La triste nostalgia de Espriu en Sinera es mía como mía es el alma de Los Borrachos, las palabras penetrantes de Gracián y el polvo enamorado de Quevedo.  Soy el conductor que atropelló a Gaudí y Mercader, el asesino de Trotsky. Me reconozco en don Juan tanto como en doña Inés, en Pedro Crespo o en Mendo y un día atrueno como cien cañones por banda y otro mi esencia -soñemos, alma soñemos-, es la de Segismundo. 

Me reconozco en las neuronas de Ramón y Cajal, en los torreones de Churriguera y en las lágrimas de Boabdil. Soy tan de la pata del Cid como de la del Moro Muza y me siento orgulloso del Alfonso Sabio que aunó las tres religiones para que produjeran lo mejor para bien de la humanidad.Me siento Bravo y Maldonado tanto como Averroes o Avicena; me aterra el grito "vivan las caenas" tanto como "Quieto todo el mundo". En las venas de mis recuerdos hay un Empecinado y un tamboriler del Bruch, una Agustina de Aragón y una Cecilia Bohl de Faber; una Elena Francis y una Valentina y una canción de Massiel y tres coplas de la Lola de España. Y todo el Mediterráneo y la fuerza de Valdivia y la determinación de Lope de Aguirre y la astucia de Sancho y la entrega de Gasol y la serenidad de Rafa Nadal y la coordinación de La Roja.

Me gustan la mojama, el queso y el salmorejo; me encanta el flamenco y me gustan el chotis, la copla y la cançó. No me gustan la jota ni la sardana y sueño correr los toros por San Fermín. No me gustan la pringaíta ni el morteruelo ni la tomatina ni las mascletás, pero me encantan las chirigotas, el cocido madrileño y las verbenas en las Vistillas. Ah, y no sé qué daría por poder palmear como cualquier chiquillo del Sacromonte. O por saber tocar la gaita.

Me siento conectado a Severo Ochoa, a Gasset, a Grisolía y a Joan Oró. Yo soy Pedro Duque y soy Pep Guardiola y soy Almodóvar tanto como Jesús Hermida, Alfedo Amestoy o Tito B. Diagonal. Soy Gaby, Fofó, Miliki y Charly Rivel aúuuu. Soy Dalí y Lorca y la Terremoto y DRY. ¿Cómo no me va a doler España cuando la veo en uno de sus momentos más bajos, cómo no me han de doler seis millones de heridas que nuestro presidente cura con una tirita de 400 ?? Necesitamos otro presidente que entienda mejor el dolor del país.
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