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La real casa de Tócame Roque

La real casa de Tócame Roque

miércoles 30 de enero de 2013, 17:22h
Me toca hablar de Urdangarín, pero algo en mi interior se resiste: me repugna lo que hizo y lo que hace. Ahora el tema da un paso más en su proceso judicial y, aunque somos legión los que estamos seguros que se irá de rositas, igual que Bárcenas o López Viejo, no dejamos de congratularnos cuando vemos que el juez Torres sigue avanzando.

A medida que se van conociendo más y más correos electrónicos, el cerco al infantilón duque consorte es cada vez más estrecho. El problema parece ser que esto traspase la barrera psicológica de la infanta Cristina -y realmente tampoco sería un problema, quién sabe si no sería parte de la solución- y llegase hasta, a mi juicio tontorrón, el verdadero, más oculto y totalmente blindado responsable de este asunto.

No es la primera vez que algo huele mal por aquellos lares: ahí está Prado y Colón de Carvajal, el "perro del rey" como se autodenominaba y que acabó en la cárcel por no querer devolver 5.000 de los 18.000 millones de pesetas (108 millones de euros) que el juez del caso le exigió a mediados de los 90. En realidad no es que no quisiera devolverlos, es que no podía. En los casos Pincico y Wardbase, ambos pelotazos contra Kio, un entramado complejísimo de empresas y sociedades interpuestas escondía el rastro del dinero en... Suiza, claro (dónde si no) y alejaba las sospechas más allá del leal y entregado cancerbero real, tapando convenientemente las huellas. Prado y Colón estuvo asociado con Javier de la Rosa, que alguna vez amenazó con demostrar los favores que le había hecho al rey a través del sevillano, y con Mario Conde, otro que medió y se metió tan a fondo en la casa de Tócame Roque que parece que escribió un discurso de navidad del rey, además de ser el único plebeyo presente en el lecho de muerte de don Juan de Borbón.

Hay más casos que siempre apuntan en la misma dirección, pero una especie de pacto de omertá, evita que los medios metan el dedo a fondo. Tampoco ayuda que algunos que podrían señalar algún indicio en la elevada dirección, mantengan sus bocas cerradas aunque, afortunadamente, de tanto en vez y off the record, sueltan perlas que dan pavor.

No puedo ser más explícito y no puedo utilizar algunas informaciones que tengo, como una invitación a una fiesta en la que un ex conseller de Cultura, Educación y Deporte y su jefe, tuvieron que alquilar de urgencia y en agosto un esmoquin adecuado para poder acudir a un fiestorro estival allá donde el Tajo se vuelve Tejo, y escuchar los brillantes planes del hoy agraciado con una fianza de 8,1 millones de euros.

No me malinterpreten: nada más lejos de mi compromiso ciudadano que ver al jefe del estado en malos pasos, pero sí creo que se le acabó el fuelle, que ya España no le quiere, al menos no como lo hacía 35 años atrás. No siendo yo monárquico, mi apuesta sensata no puede ser otra que Felipe VI, un hombre de 45 años, preparado y en el mejor momento para asumir la corona. El rey, dicho pronto y por derecho, se tiene que hacer a un lado y dejar paso a quien está mejor preparado que él, en mejores condiciones mentales y, desde luego, con una superioridad moral y estética de la que don Juan Carlos ya carece.

Dicen en los mentideros que se le ponen los pelos de punta y que cada vez que le nombran a Felipe VI se sube por las paredes; dicen que ha dicho en más de una ocasión que un rey no abdica, se muere (debería echar un ojo a sus nobilísimos ancestros: Carlos I lo hizo en 1556 en favor de Felipe II; Felipe V abdicó en 1724 en su hijo Luis I; Carlos IV abdicó en favor de Fernando VII (1808); Isabel II pasó el trono a Alfonso XII (1870) y, finalmente, su propio padre don Juan de Borbón, legítimo sucesor del rey Alfonso XIII, abdicó (1977) en el propio don Juan Carlos I), pero no deja de ser una frase realmente boba.
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