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Me rindo, estamos rodeados

Me rindo, estamos rodeados

jueves 31 de enero de 2013, 14:12h
¿Qué puesto ocupamos en el mapa mundial de la corrupción? Me decía el sociólogo José Juan Toharia, presidente de Metroscopia, que salvo alguna excepción nórdica, en casi todos los países de Europa y en Estados Unidos, sus ciudadanos piensan que los políticos y la corrupción caminan cómodos por el mismo sendero. Así que los españoles -los ciudadanos y los políticos- no somos muy diferentes. Tal vez sí existe una diferencia: en algunos países de formación protestante se castiga la mentira tanto o más que el delito, mientras entre nosotros, la mentira es práctica habitual y el delito no tiene consecuencias electorales ni reprobación social, incluso aunque la Justicia acabe condenándolo. Otra diferencia es que los políticos, sean del signo que sean, aunque critiquen públicamente con dureza la corrupción del contrario y escondan la suya, son nada proclives a alcanzar pactos que pongan fin de una vez por todas a una práctica que parece generalizada.
 
El tsunami de casos de corrupción que  nos abofetea cada día y que ha hecho familiares nombres que nunca deberían haber salido en los medios de comunicación; las implicaciones de tantos que deberían ser especialmente respetables y respetados; las afirmaciones judiciales de que algunos actos están "presididos por un desmedido afán de lucro"; los reconocimientos expresos de conductas delictivas, a pesar de un acuerdo extrajudicial que deja en nada el delito; los retrasos de hasta veinte años en llegar a una sentencia; o las mentiras de todos... dejan tan mal a los corruptos como a los que les tienen que perseguir el delito.
 
Pese a todo, sin una prensa más o menos libre e independiente y sin unos jueces responsables a pesar de no pocas presiones internas y externas, muchos delincuentes de cuello blanco,  muchos corruptos nunca llegarían ni a pisar el juzgado o la cárcel ni a sufrir la exposición pública. Sin el esfuerzo de periodistas y jueces las víctimas invisibles y anónimas de todos estos delitos, que somos todos los ciudadanos, estaríamos aún más a la intemperie.
 
¿Y no se puede hacer nada? Sí, claro. Exigir a los partidos que expulsen de sus filas a todos los corruptos. Y, como pide Transparencia Internacional España,  aprobar una Ley de Transparencia y acceso público a la información; crear un portal nacional de transparencia pública donde circule la información; desbloquear de una vez las listas cerradas; compromiso expreso de que los cargos públicos formulen y hagan pública su declaración de bienes e intereses; modificar la normativa sobre financiación de los partidos; obligar a los partidos a rendir cuentas y publicarlas en la red; promover una ley que proteja al denunciante de prácticas corruptas e ilegales; nombrar a los cargos públicos respetando los principios de mérito y capacidad y eliminando la libre designación; promover un pacto nacional de lucha contra la corrupción de partidos, sindicatos, ONGs, medios de comunicación, organizaciones profesionales... ¿Les parece poco? Pues hay que exigirlo con urgencia a los partidos y al Gobierno.  
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