La impresión, para quien aterrice de nuevas por estos pagos, no puede
ser más desalentadora: miembros de un Gobierno que no se atreven ni a salir a
la calle (¿para cuándo una remodelación? La tardanza en hacer una crisis está
dañando seriamente a
Rajoy); unos sindicatos anclados en fórmulas imposibles de
contratación frente a una patronal cuyo máximo representante dice,
reconozcámoslo, cosas bastante raras; unos jueces en pie de guerra frente a un
ministro de Justicia a quien no reconocen como interlocutor; más de lo mismo en
Educación y en Sanidad, que esa es otra; una clase política desprestigiada a
base de corruptelas y sin alternativas, mientras en el partido gobernante, a
falta de oposición externa, florecen las oposiciones internas. ..Y, claro, unas
instituciones en claro desprestigio inmersas en un país en el que la sociedad
civil no acaba de hacerse con las riendas.
El hombre a quien le toca lidiar en último extremo con todo esto,
además de con los casos de corrupción que aparecen en cada esquina, se llama
Mariano Rajoy, acaba de volver de una agotadora negociación ante las instancias
europeas (que parece que no le ha salido tan mal), pero sigue encerrado en una
incomunicación que lo peor es que él no cree que sea tal; como si admitiendo un
par de preguntas tras un Consejo Europeo y no contestando nada de sustancia ya
hubiese hecho sus deberes en este campo, absolutamente fundamental en política.
Ahora, Rajoy, con todo el desmadre, desbarajuste, desatino, que puebla el patio
monipodiano nacional, se enfrenta precisamente a la mayor prueba para la
comunicación que un jefe de Gobierno pueda arrostrar: el debate sobre el estado
de la nación. El creyó que la fecha era buena porque el horóscopo europeo le
auguraba buenas bazas -y la verdad es que las tiene--; pero entre las torpezas
de algunos en su entorno, el rebrote del 'caso Bárcenas', que afecta de hecho
al 'núcleo duro' del PP y la inoperatividad que parece paralizar al presidente
en los momentos clave, la verdad es que el debate se muestra,
a priori, como un
paseo militar para algunos en la oposición, comenzando por Alfredo Pérez
Rubalcaba, que, desprestigiado ante las encuestas, parece resurgir de sus cenizas
a base de proponer cosas nuevas, aunque no muy articuladas hasta el momento.
Dicen que los dioses, cuando quieren perder a los hombres, primero los
ciegan. No sé qué diablos hace pensar a Rajoy que puede salir indemne de un
debate parlamentario que es la estrella de los debates parlamentarios, y
que va a ser seguido con afán por millones de españoles y por todos los medios
de comunicación del mundo, si no saca presto algún conejo de la chistera. Me
dicen que no falta quien le aconseje dar pasos importantes en lo tocante
a imaginar algo más que remiendos políticos: una crisis en su
Gobierno, aportando caras nuevas y de prestigio (no es fácil, no,
encontrarlas); buscar pactos donde se pueda, incluyendo entre unas fuerzas
sociales que no pueden estar, ahora, más alejadas; acelerar reformas laborales
que van demasiado lentas; introducir medidas de verdadera transparencia y un
largo etcétera. A veces pienso que Rajoy, cuyos tiempos son desesperantes, está
maniatado, o cree estarlo, o incluso quiere estarlo. Pero el debate viene, y,
simplemente, no puede darse el lujo de perderlo: el desmadre le perjudica, así
que, pensando con lógica, tiendo a creer que algo tiene que suceder en los
próximos diez días. Claro que tantas veces lo lógico es lo más ilógico que ocurra...
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