Con el agua al cuello

Dicen los expertos que lo que sentencia un debate es el balance de la gestión que precede al tiempo en el que se celebra. Si están en lo cierto, con su discurso inicial en el que Mariano Rajoy reconoció que en España en el último año se han perdido cerca de otro millón de empleos, se arriesgó a perderlo. Máxime cuando añadió que no hablaría de "brotes verdes" porque en el horizonte actual de la recesión en la que todavía estamos instalados, no había ocasión para ello. 

Dijo que no hablaría de luces al final del túnel, pero si afirmó que "España tiene ya la cabeza fuera del agua", metáfora arriesgada porque equivale a reconocer que seguimos con el agua al cuello. Tan en precario como que parte del discurso presidencial consistió en un repaso a la herencia recibida. Parecía que habíamos vuelto a la sesión de investidura con argumentos que, un año después de llegar a La Moncloa y controlar el BOE, suenan a disculpa de mal pagador. Se extendió en el diagnóstico, pero no aportó explicación para el hecho más relevante de lo que llevamos de legislatura tenemos cerca de seis millones de parados. 

También habló de la crisis bancaria, agradeció a nuestros acreedores europeos la ayuda en forma de 40.000 millones de euros -a bajo interés, pero a devolver-, pero nada dijo acerca de la responsabilidad contraída por los responsables de la quiebra técnica de buena parte de las cajas de ahorro. Muchos de ellos políticos o nombrados por los políticos. Se alude al pecado pero, al igual, que en las menciones a la corrupción, no se habla de los pecadores. Es como si nada de lo que conocemos, pongo por caso en relación con el "caso Bárcenas", concerniera al partido que preside. 

No están de más algunas de la medidas que propone a modo de aviso a futuros navegantes en el pantano de la corrupción (Auditorias de la situación patrimonial de los altos cargos al final de su mandato, y reforma del Código Penal para endurecer las penas por delitos de ésta naturaleza), pero la experiencia dice que más que con normas lo que de verdad da resultados es cortar sin contemplaciones con los corruptos y hasta ahora en ése registro todo han sido titubeos cuando no ocultaciones. 

En fin, creo que dónde el presidente del Gobierno estuvo a la altura de la ocasión fue cuando al hablar del desafío planteado por los partidos nacionalistas que promueven unilateralmente un proceso separatista, recordó que al margen de la Constitución "sería imposible ningún acuerdo", añadiendo que el Gobierno "es el garante obligado de la legalidad constitucional. "No citó expresamente a Cataluña, pero todo el mundo entendió a quienes estaba mandando el mensaje. Por sus comentarios posteriores en la Sala de Prensa del Congreso, quedó claro que Duran Lleida se había dado por aludido. En fin, pese a las admoniciones, también en este asunto parece que seguimos con el agua al cuello.


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