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Bufos y chuscos

Bufos y chuscos

martes 26 de febrero de 2013, 10:40h
A la hora de escribir estas líneas la democrática proporcionalidad italiana condena al país transalpino a una crisis de desgobierno permanente. Es un punto a considerar cuando se critica la ley d'Hont o las fórmulas electorales pensadas para favorecer la estabilidad del gobierno de partidos mayoritarios. También es de sopesar la propuesta del actor, blogger y cómico Beppe Grillo para implantar una democracia directa con Internet como herramienta democrática. Podríamos así prescindir de los políticos, permitiendo a los ciudadanos votar las leyes y propuestas en un ágora virtual inmensa y continua. Sólo me pregunto como evitar la restauración de la pena de muerte cuando la agitación populista exija el linchamiento de algún acusado por un crimen llamativo. Me preocupa también que pasará con los analfabetos informáticos, o con aquellas personas que por edad o ingresos no puedan acceder a una computadora de manera cotidiana. O como evitaremos la firma IP de nuestro ordenador para hurtar a los inevitables gestores de la cosa pública el sentido de nuestro voto, algo muy necesario en zonas de escasa democratización en las cuales se coacciona, presiona y agrede a los disconformes con las mayorías. Yo no sé la respuesta a estas cuestiones, ni como mantener el derecho al voto secreto cuando pueda ejercerlo desde mi ordenador, ni de dónde sacaré el tiempo todos los días para decidir sobre todas las enmiendas a todas las leyes y todas las propuestas que se me ocurra presentar a mí mismo y a unos cuantos millones de mis conciudadanos. Y todo eso habrá que leerlo, ponderarlo y discutirlo en las páginas güeb abiertas a tal efecto. Si alguien tiene la solución me la diga, por favor. Procuraremos hacerle llegar la idea a Beppe Grillo.

El fenómeno de presentar a un payaso o a un fenómeno de circo a las elecciones no es nuevo. El motor de estos esperpentos es la frustración ciudadana ante unos candidatos y gobernantes ineptos, ramplones, mediocres, gregarios y corruptos. Y cuando los cambiamos es sólo para comprobar como los nuevos abusan otra vez de iguales privilegios, repiten los mismos vicios y sufren idénticas taras con distintas siglas.

Ante esa situación surgen siempre personalidades singulares capaces de encarnar los deseos de renovación e higienización de la cosa pública. Proceden de ámbitos ajenos a la política, y ese es su principal haber. Unos se presentan como cirujanos de hierro, dispuestos a sajar los abscesos de pus del sistema, amputando los miembros gangrenados de los partidos para recurrir a la democracia directa obviando a esos "apparatchik" blanco de toda indignación. Otros son bufones dispuestos a disfrazar de sátira su sentido común, ridiculizando a los gobernantes sordos a las voces del pueblo.

Beppe Grillo es uno más, pero sin mucho esfuerzo recuerdo al payaso Coluche en París; se presentaba hace treinta años a las presidenciales como candidato de las minorías francesas. O en Brasil a Tiririca, otro cómico clown que fue el diputado federal más votado con el lema "Peor de lo que está no va a estar". En España nos sorprendimos no hace mucho con una encuesta sobre una Belén Esteban convertida en la tercera fuerza política del país. Volviendo a Italia, también tenemos a Berlusconi o a la porno diputada Cicciolina, antes en el Partido Radical y ahora presentándose con su propio DNA (Democrazia Natura Amore).

Franco, otro entusiasta de la antipolítica, enemigo de los partidos y los parlamentos, también resultaba involuntariamente hilarante con su atiplada voz de flautín del dios Pan cuando aconsejaba hacer como él mismo, y no meterse en política.

El reflejo cinematográfico de todos ellos debería ser el Groucho Marx en su papel de presidente de Libertonia en "Sopa de ganso", película prohibida en la Italia de Mussolini por evidentes razones de competencia; como histrión Groucho podía, a veces, sólo a veces, superar al propio Duce. Un reto para Berlusconi y Beppe Grillo, autoproclamado ecologista pero defensor de las redes con mallas más pequeñas para facilitar a los pescadores de Sicilia la captura de peces más pequeños. Debe ser que no he pillado ese chiste.

Sin embargo, como arquetipo de personaje cómico aupado al poder para ridiculizar a los poderosos haciendo gala del sentido común del pueblo, ninguno supera al Sancho Panza ejerciendo de gobernador en la ínsula Barataria. Pero esa idealización del personaje bufonesco sólo parece posible en la ficción novelesca, pues cuando se tiene sentido común uno se dedica a otra cosa; a registrador de la propiedad, por ejemplo, y no a la política. Lástima.
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