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Escraches

Escraches

lunes 01 de abril de 2013, 08:33h
Intento definirme intelectualmente ante el escrache porque a priori soy contrario a cualquier idea de violencia.
 
En un estado democrático, la fuerza está delegada en la administración que es la única legitimada para ejercerla bajo la axiología del Imperio de la Ley. Sin embargo, es solamente un corolario argumentativo porque la realidad es distinta. Por ejemplo, una democracia parlamentaria debería funcionar -y de hecho hay sitios donde funciona, como Canadá- pero la realidad española demuestra que es la a reducción de una salsa feudal tras siglos cociendo a fuego lento.
 
He sido testigo de dos desalojos y los he visto incontables veces en los telediarios. Lo más sorpendente -tras la injusticia que supone expulsar a alguien de su casa y que, encima, quede debiendo dinero al acreedor- es la poca humanidad de los policías que acompañan la ejecución del "lanzamiento": empujan y golpean a cuantos se interponen y hasta he visto dar un puñetazo a un anciano que, junto con otra docena de personas, intentaba evitar el desahucio de una mujer con dos críos.
 
Uno espera que la policía ejerza su labor con la medida proporcional a las circunstancias. Es decir, delegamos la fuerza bruta en el estado para que la ejerzan profesionales capaces de hacerlo quirúrgicamente. Por ejemplo, en una manifestación de estudiantes es disparatado utilizar armas de fuego con munición real e igualmente disparatado sería utilizar pelotas de goma contra una manifestación de discapacitados protestando porque el estado ha dejado de atenderles. Lo mismo me resulta con los antidesahucios.
 
No me parece que la policía deba golpearles, empujarles y maltratarles. Entiendo su función protectora al funcionario judicial y atemorizadora de los desahuciados que no siempre son viejecitas: también hay cafres de cien kilos dispuestos a partirle la jeta al primero que asome.

La policía debe ejercer aquí su función simplemente haciendo uso de la autoridad que sus uniformes, armas y rango imponen. Un policía bien entrenado y consciente de su poder es totalmente eficaz y verlos empujar a ancianos, mujeres y niños es vergonzoso y me sonroja como ciudadano.
 
Dicho todo esto, ¿es legítimo ir a amedrentar a los políticos a sus casas, con sus familias? Si los poderes del estado y los mecanismos ciudadanos funcionaran adecuadamente, seguramente serían innecesarios. Si los diputados y senadores hubieran hecho su labor de representantes de la ciudadanía durante los 34 años de democracia que llevamos y se hubieran puesto de parte de las personas y no de los partidos y sus intereses, seguramente los ciudadanos acudirían a su diputado antes que a las casas donde viven.
 
Lo cierto, lamentablemente, es que los diputados en el sistema parlamentario español no son mucho más que votos que sumar a lo que diga su portavoz parlamentario: no representan a los votantes directos que deberíamos elegirles por circunscripción vecinal y en lista abierta. Siendo así, ¿qué nos queda a las personas que los elegimos, les pagamos sus sueldos y gabelas y encima nos vemos traicionados? ¿Es justo y lógico que un partido gane unas elecciones con determinados postulados y compromisos electorales y al llegar al poder haga lo contrario sin temblarle el pulso y aún exija a los más débiles que se conformen con ajo, agua y resina?
 
Las ILP en nuestro sistema son una risa, como un caramelito para el niño o una palmadita en la espalda, y no son ni operativas ni adecuadas a la realidad del país. Y quienes las ponen en marcha encima tienen fe en ellas, como si creyeran que pueden funcionar.
 
Ahora un grupo de personas va a amedrentar a los políticos hasta sus domicilios. En realidad sus componentes no hacen mucho más que poner pegatinas, repartir panfletos explicando por qué el político resulta cómplice de la situación y corear consignas en pareados.
 
¿Es comparable a comportamientos terroristas? A excepción de lunáticos como Dragó, afectos como Marhuenda o estómagos agradecidos como Cifuentes, todos sabemos que cuando la kale borroka aparecía por tu inmueble no era más que para marcar el objetivo a batir. Esto no tiene nada que ver así que mientras rebus sic stantibus los escraches son una protesta adecuada.
 
P.S.: Si Dimitir no es un nombre ruso, Escrache tampoco es lo que tiene Rajoy en su congelador.
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