miércoles 10 de abril de 2013, 17:28h
¿De verdad hay alguien que sabe cuando vamos a
salir de la crisis? ¿Podemos dar por buenas las vaguedades, seguramente
bienintencionadas, que escuchamos en boca de algunos ministros? Todo
induce a pensar que no. Que nadie sabe (ni el presidente Rajoy, ni el
ministro de Guindos) cuando vamos a dejar atrás la recesión, el cierre
de empresas y la pérdida de más empleos. Llevamos así mucho tiempo y lo
único que escuchamos decir es que tarde o temprano rendirán fruto las
medidas tomadas por el Gobierno -en esencia una reforma laboral que al
abaratarlo, facilita el despido-, pero los hechos desmienten los
pronósticos. En realidad nada indica que estemos en puertas de una
reanimación de la economía. En el último año se han perdido cerca de
otro millón de empleos y el número de parados se acerca a los seis
millones, el 26 por ciento de la población activa. Las opiniones sobre
la bondad de la reforma laboral son libres, pero el hecho incontestable
es que, de momento, el paro sigue creciendo.
La clave de reactivación de la economía no la tiene el Gobierno.
No es el Ejecutivo quien crea puestos de trabajo. Podría, claro está,
crear más puestos de funcionarios, pero no es el caso. El empleo lo
crean los empresarios, pero para ello necesitan acudir al crédito y ahí
es donde está el problema porque los bancos y sobre todo las cajas
siguen convalecientes, lamiéndose las heridas provocadas por el
hundimiento del sector del ladrillo. Hasta que no den salida a todos los
activos tóxicos -que son muchos- no estarán en condiciones de volver a
su función clásica. Y ya se sabe que el crédito es la gasolina que mueve
todo el entramado económico.
Mientras eso no suceda seguiremos en la fase de travesía del
desierto. Con agravantes porque la escasa actividad económica priva al
Estado de ingresos por la vía de los impuestos y el Gobierno, acuciado
por la obligación de hacer frente a los vencimientos de los intereses de
la deuda, aplica una política fiscal muy alejada del modelo liberal que
predicaba antes de ganar las elecciones. La crisis la sufrimos todos,
pero hay que decirlo claramente: unos mucho más que otros. Los que más
los seis millones de parados, pero también hay otros damnificados. El
mayor peso de la carga fiscal recae sobre las clases medias. Apenas
cinco millones de contribuyentes reales -en un país de 45 millones de
ciudadanos- están aguantando el grueso de la carga fiscal que tiene ya
estos días una cita con Hacienda.
A los restantes, por diferentes circunstancias: edad, limitación
de ingresos que conlleva la devolución o, en el caso de algunas de las
grandes empresas, por habilidad contable aplicada, la cosa les
sale favorable. La pregunta es: siendo tan pocos, ¿cuánto tiempo podrán
aguantar el peso de tantos? Aguantar sin decir ¡basta! y salir a la
calle como tantos otros colectivos que han hecho de sus quejas la
noticia con la que abren los telediarios.