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La maldad

La maldad

domingo 21 de abril de 2013, 09:20h
Me pregunto por el impulso de la maldad. Observo las calles desiertas de Boston, los árboles desde el cielo, al que me llevan las cadenas, y me pregunto por lo que transportan los ríos de neuronas de la maldad. Miles de policías hacia la caza y captura de un solo hombre. Éste, horas antes, con su hermano, había hecho estallar una bomba casera en el Maratón. ¿Tan inmensa fuerza contra enemigo tan escaso?  La ciudad se esconde aterrorizada mientas las luces de emergencia, parpadeantes y libres, se adueñan de los parques y las avenidas.
    
Me pregunto por el interior de las gentes que terminan realizando un mal terrible a los otros. El cerebro retumbante y oscuro de Hitler ¿qué repasaría por dentro de su malvada cavidad? Las neuronas ordenadas militarmente en el disparo a la sien de los etarras ¿cómo se moverán en el momento fatídico de segar una vida? Me pregunto por el hecho en sí del mal dentro del malvado. Por qué esa necesidad de sangre y víctimas. Esa orden profunda de apretar el percusor, muchas veces con frialdad, y que nada importe destrozar historias humanas y recoger el llanto como cosecha.
    
Cuáles serán las coartadas profundas para que un ser se justifique a sí mismo en la acción terrible. El hecho de que el dolor de los otros, real o futuro, no consiga amansar la ira, o cambiar los preceptos religiosos, o las hambres revolucionarias, es terrible. Todo es más fuerte que el dolor que se producirá, y aunque a veces algunos de estos locos hablan de bajas necesarias, para construir un paraíso, no entiendo que la pizca de amor que pueda haber adentro no se rebele ante el sufrimiento de un solo ser de los que se quiere salvar. Ha de haber tal gigantesca comedura de coco, que el sentido de la realidad permanece apresado en alguna caverna del yo.
    
Los excesos de ardor religioso, nacionalista, ideológico, o incluso de odio sin fin, son una ceniza que oculta la piedad humana. Pero tiene que haber algo más. La semilla de la maldad es harto complicada, y solo sabemos, cuando vemos frialdad ante el dolor, que ha fructificado, pero no cuáles son sus reales y profundos componentes.
    
En cada disciplina hay una razón para entender el mal. Siquiatras, neurólogos, sacerdotes, historiadores, sociólogos, antropólogos... encuentran en su doctrina argumento para la maldad. Pero lo que dice cada una de ellas, por separado, me deja insatisfecho. Quizá ocurre que todas, entrelazadas, están más cerca. Lo que si tengo claro es que en Boston han querido luchar contra el mal poniendo en juego todos sus efectivos, y de la manera más transparente posible. Me parece bien. Y también me parece que la maldad se ha convertido en un espectáculo, como todo. Pero esto es tema para otro artículo.             
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