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El equipo económico que tenemos

El equipo económico que tenemos

sábado 27 de abril de 2013, 14:34h
Dicen algunos que Luis de Guindos, el ministro de Economía, quisiera abandonar el Gobierno. A decir verdad, no he podido comprobar de su propia boca este rumor, que corre por los muy inquietos cenáculos y mentideros de la capital. Pero sí es una especie muy extendida, lo mismo que la de las no tan buenas relaciones entre Guindos y el titular de Hacienda, Cristóbal Montoro, quien, a su vez, no se lleva demasiado bien con el ministro de Industria, José Manuel Soria, quien, por cierto, guarda sus distancias con...Etcétera. El caso es que el equipo económico del Gobierno es destinatario de muy variadas habladurías, que se incrementaron esta semana con la noticia 'bomba', aunque en realidad ya no lo era tanto, de que el número de desempleados asciende en España a seis millones doscientos dos mil setecientas personas, inmensa tragedia que se va a prolongar, así lo reconocieron la vicepresidenta, Guindos y Montoro este viernes en una memorable rueda de prensa tras el Consejo de Ministros, hasta el año 2016, nada menos.

No resulta extraño que el tono de los medios, de las tertulias radiofónicas y televisivas y de las conversaciones que usted, amable lector, y yo podamos mantener con familiares y amigos, sea altamente pesimista. No es que no supiésemos que hay seis millones de personas sin empleo en este país -de acuerdo: descuente usted, si quiere, a quienes se encuentren en el empleo sumergido, lo que no deja de ser otra tragedia--; es que las cifras, cuando se oficializan y escenifican, son un terrible mazazo sobre la moral colectiva. Y que el Gobierno, desmontando previsiones, añagazas, errores de cálculo y paños calientes anteriores, reconociese, en este viernes negro, que nos quedan tres años de lo mismo es, cuando, menos, pavoroso. 
La cosa no está funcionando. Y no es que lo digan esos energúmenos, un puñado tan solo, que dicen que quieren hacer caer el régimen, nada menos. No: es que lo dicen los comentaristas más juiciosos, muchos de ellos, por cierto, desde la benevolencia con el Gobierno, porque ¿cómo no compadecerse de este Ejecutivo, cómo no desear, por el bien de todos, que las cosas le vayan bien? 

Pero el caso es que las cosas le van mal, y es de suponer que algo de culpa tendrá este equipo económico y quien lo inspira, más allá de la difícil situación heredada, que es un dato incontrovertible, y más allá de la imposible coyuntura económica internacional y de los 'errores' de la UE, que también. Claro, quien suscribe no es un experto, pero lleva más de cuarenta años mirando diversas actuaciones políticas y sabe que la inacción no es una buena acción. Rajoy no puede seguir actuando como si nada ocurriera, y el Gobierno, comenzando por el equipo económico, no puede, con sus contradicciones, seguir siendo sujeto pasivo de rumores de todo tipo: que si están cansados -pues claro que lo están; ¿cabría esperar otra cosa?--, que si se llevan mejor o peor, que si tal ministro lo que quisiera, en el fondo, es ser vicepresidente económico, que si las recetas que proclaman en la intimidad los unos no son las mismas que las de los otros... 

La oposición más radical, la de Cayo Lara, pide la urgente convocatoria de nuevas elecciones, lo que me parecería un error mayúsculo. Los socialistas, con la boca chica de Rubalcaba, piden que se vaya Rajoy, lo que ahora tampoco parece lo más conveniente. Lo peor es que esa petición ha cortado los puentes telefónicos entre el presidente del Gobierno, más solo que nunca, y el líder de la oposición, que está no menos en solitario. Así, la primera solución que podría avizorarse, la de un gran pacto por el empleo entre todas las fuerzas políticas y sociales, parece ahora lejana, muy lejana, y más tras el insulso Consejo de Ministros del viernes, del que tanto se esperaba; al final, la montaña parió un ratón. Ahora, a Rajoy no le queda sino ensayar soluciones unipersonales. Comenzando, claro, por esa remodelación de su equipo, cosa que está tratando a toda costa, quién sabe por qué perezas o cálculos errados, de evitar. 

>> El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>

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