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España, esa montaña rusa

viernes 10 de mayo de 2013, 16:14h
Hace unos días se me escapaba una columna que en las redes sociales calificaron de ensoñación o de utopía; defendía la necesidad de no despreciar, de entrada, nada de nadie y que si la final por una vez caminábamos juntos, tal vez encontraríamos más fácil la salida. No me arrepiento y lo sigo creyendo pero la realidad terca me tira de ese  guindo  al que es necesario subirse de vez en cuando más que nada para sobrevivir.

Y la realidad es que en España no sólo no es fácil ponerse de acuerdo sino que da igual lo que se pacte, lo que se firme, lo que se acepte, lo que se legisle por unos o por otros porque no hay el menor rubor no sólo en desafiar la legalidad aceptada por todos sino en advertir -que es una forma solapada de amenazar y boicotear- que "esto lo cambiamos nosotros en cuento pisemos poder". Lo hizo el PP cuando estaba en la oposición y lo hace ahora el PSOE y quien sea con la misma tranquilidad.

Así, de memoria y a bote pronto, me aparecen las palabras de la presidenta del Parlamento Catalán pasando olímpicamente de un auto del Tribunal Constitucional. Y el muy europeísta Griñán, afirma que si Bruselas impugna su decisión de expropiar por las buenas y de forma temporal viviendas a los bancos, pues Europa no interesa nada. Habría que preguntar a Griñán y sus antecesores cuánto dinero europeo ha  ido a parar a su comunidad durante todos estos años y pensar un poco antes de afirmar que Europa no sirve para nada.  

Pero es que ya se ha convertido en costumbre que la oposición anuncie que va a cambiar las leyes de educación que hace el contrario sí o sí. Y es que lo de los planes de educación en España, algo  debería haber sido desde hace mucho una absoluta prioridad de estado y no de gobierno, se han convertido en una arma arrojadiza que dura exactamente  lo que duran unas siglas en el poder. Y así es imposible. Podemos discrepar en muchísimos aspectos, en muchísimos matices de muchos aspectos -en el mundo en que vivimos lo de la izquierda y la derecha está cada vez más difuminado-  pero no es de recibo que en un tema tan básico como es la educación no hayamos sido capaces de llegar a un pacto de todos a largo plazo.

Y por último la advertencia teñida de amenaza o la amenaza que se lanza en forma de advertencia. La protagonizaba Tomás Gómez y se la dirigía a las empresas que pudieran estar interesadas en la gestión privada de la sanidad madrileña: que sepan -venía a decir el desconcertante Gómez- que en cuanto lleguemos al poder se lo vamos a quitar sin ninguna posibilidad de reclamación y sin que puedan acogerse a ningún derecho. No sé cómo lo haría el señor Gómez, pero imagino que, llegado el caso, algo tendrían que decir los tribunales de Justicia.

Pero todo esto no son sino anécdotas -algunas muy importantes- de la  escasa conciencia que aun tenemos en España de país comprometido con lo que un gobierno democrático decida en un momento. Claro que se pueden cambiar políticas; no sólo se puede sino que se debe. Pero una cosa es cambiar y otra arrasar con todo para empezar, por enésima vez, de cero. Aquí cambia un gobierno y hasta se relevan a los ordenanzas de los ministerios. Con esa mentalidad, el futuro nunca termina de llegar porque el presente es siempre  perecedero y si algo no puede ser un país serio que quiera prosperar es justamente una montaña rusa.

a.aberasturi
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