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Reformando

Reformando

jueves 16 de mayo de 2013, 20:04h
Reformando no es nombre de rey visigodo. ¿Lo sabrá el ministro Wert? Puede que no, viendo como en la Educación vamos de chapuza en chapuza, de maqueo con colorete ideológico y a ver quien sisa más del presupuesto sin hacer caer los palos del tambaleante sombrajo. 

Vayamos al principio, al menos desde la muerte de Franco. La media del gasto en educación en Europa es del 6% del PIB. A la muerte de Franco, en 1975, España dedicaba un ridículo 1'8 %, pero quien podía pagarse una educación privada desde la cuna a la orla no estaba incluido en ese porcentaje. La LOECE de Suárez democratizó la gestión de los centros. Pero la primera ley orgánica socialista sobre educación, la LODE de 1985, hizo bueno el dicho de que por la improvisación entra la peste; reguló la enseñanza concertada como una solución provisional; pero como era de prever lo acomodaticio se convirtió en un comodato, sin que nadie, ni socialistas ni populares se hayan preocupado nunca por exigir la restitución de ese momio para los colegios concertados; chupan de las ubres del estado, y seleccionan a los alumnos mediante el cobro de cutas en los tramos concertados. En los demás cobran la tarifa completa.

La gran reforma educativa, la socialista de la LOGSE, fue publicada en el BOE en 1990. Decretó la enseñanza obligatoria de los 14 a los 16 años, y se implantó de manera progresiva a partir del curso 93-94. En la primavera de ese año, 1994, siendo Rubalcaba ministro de la Presidencia y portavoz del Gobierno de España, después de haber sido ministro de Educación, 625.000 ciudadanos y ciudadanas de nuestro país, entre ellos yo mismo,  firmamos la primera Iniciativa Legislativa Popular de la democracia. Pedíamos una ley de financiación del sistema educativo que dedicara los recursos suficientes a la Educación con independencia de otros criterios presupuestarios y del gobierno de turno, con idea de llegar, al menos, al 6 % del PIB destinado a la educación. El rodillo socialista, antecesor del popular, se encargó de que esa Iniciativa Legislativa Popular naufragara sin supervivientes. Nunca se llegó a ese porcentaje.  Ni con unos ni con otros, y ahora vamos a peor; la partida destinada a Educación en el 2012 se redujo en un 21,9% con respecto al 2011, y en el 2013 se apretó el garrote un poco más; 1.944,73 millones de euro menos, un 14,4% con respecto a la del ejercicio anterior.

¿De verdad se quiere mejorar la educación? Tire, señor Wert, la LOMCE a la basura junto con la LOPEG del 95, la LOCE del 2002 y la LOE del 2006, esa de Zapatero con la Religión como oferta obligatoria en los centros en detrimento de las horas dedicadas a las asignaturas instrumentales.

Empiece por redactar la ley de financiación que no hicieron los socialistas, comprometa, al menos, el 6% del PIB para educación. Siga eliminando la enseñanza concertada acordada por los mismos socialistas; dedique esos recursos a la pública, y como en tiempos de Franco, quien quiera enseñanza privada que se la pague con toda libertad para elegir centro. Elimine luego la religión y sus chuscas alternativas de las horas lectivas semanales; ni Zapatero  se atrevió. Cualquier religión, incluida la Cienciología. Como puede ver se lo pongo a huevo; podrá citar usted en sus discursos a "la herencia recibida".

Luego refuerce la base de la pirámide; la enseñanza infantil y la primaria; esas etapas son la clave de la formación personal del individuo. De los dos a los doce años. Los maestros de esas etapas son quienes pasan más horas con los alumnos, quienes mejor les conocen, y pueden detectar cualquier problema familiar, social o los trastornos de aprendizaje individuales. Tal vez a tiempo. 

Nuestra sociedad tiene una percepción tan pervertida de la educación que paga más y considera mejor a un catedrático de universidad que a un maestro, cuando el papel del docente universitario en la formación de sus alumnos es ya irrelevante, aunque como investigador y gestor de su departamento sea una eminencia. No necesitamos una universidad en cada capital de provincia, sino unos cimientos sólidos en la escuela de cada pueblo.

El Ministerio de Educación debería decretar unos requisitos para el ingreso en el cuerpo de maestros tan exigentes como para ser astronauta, y la sociedad no debería considerarles menos, pagándoles como a los mejores, pues un maestro debe ser psicólogo, terapeuta, consejero parental, experto en primeros auxilios, abrigo de los afligidos, protector de los desvalidos, guía de extraescolares, moderador de conflictos, líder en el aula, animador socio-cultural y además saber matemáticas, lengua, inglés y dominar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. 

Esa sería la verdadera reforma educativa, la que le haría pasar, señor Wert, a la historia, algo que no logró aquel visigodo cuyo nombre rimaba con el rey Sisenando.
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